EL LEGADO DE KELSEN

 

19 de abril – Muere Hans Kelsen

Ricardo Miguel Fessia

I – No es tarea fácil la de calificar a Kelsen ya que todos los términos que se me ocurren tienen carencias o por lo menos no abarcan su figura altamente apreciada entre abogados por sus aportes al mundo del derecho, pero que representa un modelo de vida.

En su obra, demostró una neta pureza metódica, rigor contundente y palmaria claridad. Las casi mil quinientas obras escritas en su recuerdo que, de una u otra forma, se refieren a las más de seiscientas publicaciones editadas por el “maestro de Viena” y que se conocieron en una veintena de lenguas, son fiel testigo de ello.

II – Rasgos biográficos.

Nacido en Praga, el 11 de octubre de 1881, de niño toda la familia se traslada a Viena, capital del imperio austro-húngaro en donde logra doctorarse en la universidad en 1906 y de inmediato se incorpora a la docencia logrando la titularidad de Derecho administrativo en 1919. Al año siguiente, por encargo del canciller Kart Renner, redacta la constitución de Austria a la que dota de modernos institutos. Será luego miembro del Tribunal constitucional supremo, cargo al que renuncia en 1930 para tomar la cátedra en la Universidad de Colonia.

Pero su condición de judío hace que se le vayan presentando todo tipo de inconvenientes; en 1933 se marcha de Alemania para instalarse por algunas temporadas en Ginebra hasta que en 1940 pasa a Estado Unidos para seguir con la docencia en la Universidad de Harvard por invitación de Roscoe Pound y luego en la de Berkeley, California

Muere el 19 de abril de 1973 en el sosiego de su casita colgada en las colinas de Berkeley.

III – Su obra.

El primer trabajo que se conoce es el 1905 y se titula “Teoría del estado en Dante Alighieri”. Pero la obra que marca una referencia definitiva en el mundo jurídico es “Los problemas capitales del derecho político”, un verdadero conjunto sistemático de proposiciones científicas.

Continúa esencialmente la trayectoria del iuspositivismo dogmático y estatal, con una fuerte carga emotiva por su propia experiencia, trata de constituir sobre esos fundamentos una teoría del derecho, como algunos años antes los había intentado John Austin en Inglaterra. Pero su firme voluntad y su profundo pensamiento le permiten superar esos intentos anteriores y avanza en un análisis crítico de la ciencia jurídica con reflexiones sobre las formas propias del pensamiento de los juristas, de manera que las indagaciones no tienen un carácter meramente empírico sino lógico y metodológico. Todo ello se plasmó en “Teoría pura del derecho”, de 1934, una versión sintética de sus ideas fundamentales que aparece en Viena mientras dictaba la cátedra en Ginebra. El nombre de la obra, con la que luego se conoce la escuela, responde a su idea fundamental de asegurar el conocimiento del derecho solapando un sincretismo de métodos que enturbien la propia ciencia del derecho o que tornen difusas las fronteras que por su naturaleza y objeto le corresponden.

En el prefacio de esta célebre obra, se denota claramente, con algún sentido trágico, su soledad científica en un marco de ideologías oficiales que adecuaban sus preceptos a los requerimientos políticos de las autoridades cuyo poder estaban dispuestos a conservar.

Su pensamiento respecto a la democracia como técnica de participación en la elaboración del derecho, lo tornan en uno de los principales teóricos de la democracia del siglo pasado. Merecen destacarse “De la esencia y valor de la democracia” de 1920 y “Teoría general del Estado” de 1925.

IV – Influencia.

El aporte de Kelsen ha sido extraordinario, ocupando un lugar importante en el pensamiento jurídico contemporáneo de una Teoría general del derecho, su intento de desentrañar los conceptos fundamentales que se dan necesariamente en cualquier ordenamiento jurídico y la estructura propia de ese sistema legal.

Pero tan o más importante ha sido su ejemplo de vida por la valentía y el generoso ejemplo que legó en defensa de los postulados de la libertad del conocimiento científico en tiempos de nacionalismos recalcitrantes y consecuentes persecuciones que lo obligaron a un nomadismo académico.

En sus trabajos publicados, que suben de 600, en sus primeras enseñanzas dictadas en el seminario particular de Viena, en sus clases dictadas en varias universidades europeas como norteamericanas, en sus difundidas polémicas sostenidas con colegas, en conversaciones con alumnos, letrados, magistrados que lo visitaron en su casita colgada de las colinas de Berkeley, en todas estas oportunidades siempre estuvo guiado por su indeclinable vocación científica, su inteligencia y de su percepción que en la sencilla vida cotidiana de los hombres, así como en el auténtico trabajo, se generan y crecen las únicas e ineludibles formas de amor que nos sostienen aún al margen de toda esperanza.

RUDESINDO MARTÍNEZ

Nuestros profesores”

 

11 de abril – Muere el profesor Rudesindo Martínez

Ricardo Miguel Fessia

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I – Fue un hombre fundamental; profundo en el pensamiento, intervenía cuando era su tiempo, sencillo en la vida pública como privada. Así llevó su existencia con tanta hidalguía como dignidad.

Un día, como otros tantos, terminó su existencia en el retiro de su hogar. No pudo evitar claro, que alumnos y colegas se conmuevan a acudan a su adiós. Menos pudo impedir los homenajes y el sentimiento de vacío.

Sus progenitores, tal vez guiados por una estrella, pusieron ese nombre que es una derivación de del latín Rudesindus que significa el que se dirige a la fama.

II – Había nacido en Madrid el 17 de mayo de 1894 del hogar compuesto por Rudesindo Martínez, nacido en la misma ciudad el 29 de junio de 1853, y Ángela Suárez, nacida el 1 de marzo de 1857. Cursó sus estudios en su patria y llegó a estas tierras para radicarse en la ciudad de Paraná donde constituye hogar junto a su esposa Fanny Herzovich, nacida el 11 de agosto de 1894, en Av. Rivadavia 95, domicilio que conserva hasta su muerte.

III – Cuando se crea la Universidad Nacional del Litoral partiendo de la vieja Universidad de Santa Fe, llegó procedente de Paraná, Rudesindo Martínez para dictar “Historia diplomática”, materia que se incorpora al primer plan de estudios de la Facultad en reemplazo de Derecho internacional público. Su designación es del 8 de octubre de 1921 como profesor suplente y de inmediato se lo designa como titular de ese ramo.

Eran tiempos en que no era posible la designación de profesores extranjeros y las autoridades del Ministerio de justicia e instrucción pública reconociendo su versación hicieron excepción.

Seguirá con su compromiso inalterado en la docencia para dictar, cuando cambia el plan de estudios, Derecho internacional público y al tiempo de su muerte, Filosofía del derecho.

Tiene activa vida política en los claustros. En las elecciones llevadas adelante el 21 de julio de 1930 para renovar autoridades de la Casa resultan electos como consejeros al Consejo directivo Luis David Bonaparte, Abraham Bartoloni Ferro, Ángel Caballero Martín, José Lo Valvo, Rudesindo Martinez, Carmelo Piedrabuena, Vicente Capparelli, Ajejandro Greca y Juan José Pellegrini; como delegados al Consejo Superior Pedro Martínez y como suplente Amadeo Ramírez. De esa composición fue decano Isaac Francioni.

En las elecciones del cuerpo del 18 de mayo de 1940 nuevamente es electo para el consejo, compartiendo el cuerpo con Abraham Bartoloni Ferro, Sixto Bayer, Antonio Villar, Ramón López Domínguez, Miguel Casañas y Nicanor Molinas todos profesores titulares y por los adjuntos, Eduardo Benito Carlos, Rodolfo Oscar Fontanarrosa y Adolfo Ricardo Rouzaut.

IV – Muy lamentablemente no legó obras escritas y por momentos circularon informalmente algunos apuntes sueltos tomados por sus alumnos sin que de ello tenga noticias el autor.

Cabe destacar una monografía titulada “Problemas de las minorías en el Derecho internacional público” en donde tempranamente ensaya sobre la protección que deberían gozar los extranjeros migrantes cuyos fundamentos luego tomará Luis Agustín Podestá Costa para formular su tesis de protección de extranjeros ante daños recibidos por motivos de revueltas, insurrecciones o guerra civil.

V – No obstante que su desempeño fue siempre la tribuna universitaria, el gobierno militar que derrocó al presidente Ramón Castillo el 4 de junio de 1943, impuso un régimen de persecuciones y proscripciones siguiendo los lineamientos del núcleo golpista que urdió el falaz arrebato a la democracia; el GOU.

Entre otras medidas se disolvió la CGT, se clausuró la Federación Obrera de la Industria de la Carne encarcelando a su secretario general, se clausuró el Congreso nacional, se intervino al Unión ferroviaria. Entre otros tantos arrebatos de un régimen fascista, se intervino la Universidad Nacional del Litoral designando al frente de la misma al tristemente famoso y no menos fascista, Jordán Bruno Genta. Esto motivó la reacción de la comunidad universitaria y política siendo reflejo de ello el documento del grupo FORJA que generó una polémica con Arturo Jaureche que lo llevó a la cárcel.

Este ilegítimo gobierno persiguió con particular empeño a Rudesindo Martínez que no solo fue exonerado de las aulas universitarias, y por lo tanto se lo priva de su medio de vida, sino que debió abandonar el país. Eran tiempos, felizmente pasados, de brutales acciones que requerían de nobles varones para soportarlas.

La medida administrativa del 26 de agosto de 1943, emanada del rectorado decía “sepárase de sus cargos de los profesores Rudesindo Martínez y Simón Marcelo Neuschlosz” éste último era docente de la Facultad de Medicina de Rosario.

Pudo recalar en la Universidad de Montevideo que de esta forma se benefició con su magisterio.

La brutal interdicción motivó en pedido de agrupaciones políticas, de organizaciones sociales y de hombres con alto grado de representación. Solo a guisa de ejemplo, tenemos que el Congreso del Partido Demócrata Progresista celebrado a principios de 1946 se expidió por solicitar el Ministerio del Interior el levantamiento del estado se sitio ante su “injustificada e indefinida prolongación” y la derogación del decreto por el cual se debieron exilar “los profesores Rudesindo Martínez, Toño Salazar y Luis Koifman”.

Nada logró conmover a los responsables de la nefasta tacha, seguros ellos que nada podía convencer al confinado de cambiar su posición.

Tampoco el decenio democrático levantó la medida que recién pudo ser salvada luego de septiembre de 1955. Cuenta la tradición universitaria, esa rica historia oral, que en el primer curso que dictó en su querida Facultad, solía utilizar como latiguillo, “decíamos ayer….”, tal como en el siglo XVI lo había hecho fray Luis de León y en 1930 Miguel de Unamuno, ambos en la Universidad de Salamanca. Ese ayer eran doce años arrancados a una vida de producción y de talento.

VI – Signado por el principio del que siembra recoge, apenas conocido su deceso, ocurrido el sábado de 11 de abril de 1964 en Montevideo, tanto alumnos como profesores de la Casa se congregaron en el saludo final.

Emotivo acto fue realizado en el puente Colgante, símbolo de la ciudad, el que había pasado tantas veces para juntarse en feliz hermandad con los alumnos que lo esperaban como el creyente al profeta. El lunes 20 de abril de 1964, a las 17 horas se congregaron en la cabecera del puente para recordarlo. El grueso eran sus alumnos del curso de Filosofía del derecho y en su nombre habló la joven Dora Nidia Pinasco. Al concluir, en un afectivo gesto, se arrojaron claveles rojos al agua.

El grupo se trasladó a la sede de la Facultad, donde se impuso su nombre a una de las aulas, la entonces 5 y en la actualidad 9, y se refirió al ex profesor, Luis David Bonaparte que recordó conocerlo desde una conferencia dictada mientras se desarrollaba la primera gran conflagración mundial en tierras de Europa y en el marco de un festival para recaudar fondos para los huérfanos belgas.

VII – Martínez era un verdadero maestro. Maestro por ser un paradigma de vida humana. Cohortes de alumnos admiraron su erudición, a otros motivaba su dicción, con esa pronunciación bien castiza, algunos se detenían en su precisión de análisis, varios rescataban su capacidad de síntesis. Los más agudos redimían su condición de ser testimonio de la dignidad del hombre. En todos cundió la sensación de soledad con su partida.

Sostenía que el hombre es un fin en si mismo, porque su esencia es la libertad, la libertad como derecho a la perfección, pero que esa perfección era imposible cuando el prójimo no la podía lograr por lo impedimentos extraños a su querer individual.

En esa misma línea de pensamiento, afirmaba que el Derecho internacional encuentra su fundamento ético en la eliminación de los enfrentamientos entre los pueblos. Toda sociedad necesidad de Justicia y que ella no se puede realizar cuando el derecho positivo no procura a todos los hombres a los que va dirigido los medios para lograr su destino de hombre. El Derecho debe servir para eliminar las diferencias que la naturaleza y la sociedad impone entre los hombres y la calidad de justas le va en la medida que logren estos objetivos. La fórmula era sencilla; trabajo en conjunto y buena voluntad.

No se relacionó como los que negaban la dignidad del hombre y lucho contra toda forma de explotación, la guerra, los totalitarismos políticos, el racismo con armas simples como la solvencia intelectual y, cuando era menester, la sonrisa irónica o la frase mordaz.

Alguna vez alguien le escuchó decir, “me han quebrado, estoy acabado”, pero sacando fuerzas de las convicciones y de la coletilla tantas veces dichas en el púlpito universitario de “sed hombres”, pudo erguirse y volver por lo suyo.

EDUARDO CELESTINO MÁNTARAS

 

Nuestros profesores”

9 de abril – Muere E. C. Mántaras

Ricardo Miguel Fessia


I – Suspensos un instante al milagro del día, nos situamos al borde del sendero y sin querer volvemos la cabeza. Pensamos entonces que nuestro pasado es breve, como un hemistiquio. Pero … la vida es feliz porque esta serena frente a la verdad libertadora –dulce o amarga, pero siempre amiga-. Cuando un malhadado golpe del destino arrancó el vivo retrato de Eduardo Mántaras parecía que esa brevedad se presentaba en su más rústica expresión. Como tantas veces él lo había hecho, amigos y discípulos, acudieron a la cita solmene con las frentes limpias y claros los ojos puestos en la ruta, sostenidos por el paso ágil.

Nunca se detuvo a discriminar con una severidad lógica su concepto de hombre. Ese concepto, aparentemente, es el que reposa en las conclusiones doctrinarias del humanismo y en el ideal de totalidad que nos ha legado, no obstante que en el fondo de su comportamiento campeaba también la influencia de la concepción aristocrática cristiana nítidamente perceptible en el predicamento que concede a la conciencia y a la regla en el dominio del arte. Sensibilidad tocada de un diáfano sentido de la justicia, de responsabilidad ciudadana con sentido compromiso en las propuestas de transformaciones sociales. Su concepción del hombre estaba, pues, lejos de ser la del hombre puris naturalibus, extraño a toda vida de elevación y seriedad, insensible al valor como módulo de la realización de una vida, y no se satisfacía tampoco con las situaciones falaces del idealismo estético.

Consciente de que sin una tesitura axiológica es imposible pensar en un humanismo de pulso ascendente, propugnaba una idea de la personalidad en la que el credo afirmativo del hombre autónomo y libre, legislador y constructor de su propio destino, se adunaba al acatamiento de un orden dispuesto por arriba de las fuerzas instintivas de la naturaleza. En esta síntesis admirablemente lograda, las lejanas resonancias de un paganismo clásico otorgaban carta de ciudadanía a la expresión del Sócrates de Eupalinos; “Ciertos pueblos se pierden en sus pensamientos; pero para nosotros, los griegos, todas las cosas con formas”.

Esta síntesis que Mántaras vivió plenamente en todos los instantes de su vida es la piedra angular de su conducta y la hermenéutica de su obra. Todas sus virtudes civiles se troquelaban en ella. Negaba todo nacionalismo, fuese cual fuese la expresión que asumiese, fuese cual fuese el designio que lo animase, porque el nacionalismo significaba para su punto de vista oposición al hombre como ciudadano de mundo.

II – Su llegada no podía ser signada por mejor estrella; lo fue en el centro de pujanza más contundente y en el último escalón del siglo que marcó nuestro destino de grandeza. Nació en Esperanza el 22 de mayo de 1899.

Su padre era Manuel Mántaras, nacido en el 9 de agosto de 1859 en San José del Rincón y su madre Vicenta Tapia. Manuel era abogado y había llegado hasta el lugar por haber sido designado intendente en 1898. Esperanza era una colonia agrícola que recibió la pujanza de la Constitución y de la inmigración europea que venía a trabajar el surco de las feraces tierras por la suscripción del primer contrato de colonización entre el gobierno de Santa Fe, siendo gobernador Domingo Crespo y el empresario salteño Aarón Castellanos.

La “Ley orgánica y reglamento electoral municipal” disponía que los concejales sean electos en forma directa por los ciudadanos mayores de edad y el intendente era designado por el gobierno provincial. En las elecciones del domingo 16 de abril de 1898 resultaron electos Amado Aufranc, Gustavo Hemboldt y Francisco J. Barco, presidiendo el cuerpo el primero de los nombrados que hasta ese momento ejercía de intendente, por lo tanto el gobernador Luciano Leiva lo designa intendente. Su mandato será breve ya que renuncia en mayo de 1900.

III – Estudió Derecho en nuestra casa, en el preciso momento de la transición entre la Universidad de Santa Fe, la creada por Gálvez, y la Universidad Nacional del Litoral, la impulsada por “jóvenes reformistas”. Se recibió de abogado y extendió los estudios para doctorarse con una tesis sobre «El Estado como categoría histórica», que mereció el reconocimiento del tribunal examinador.

IV – Conformó el hogar con Georgina Cullen, con la que contrajo enlace el 10 de abril de 1926. Su esposa, nacida el 7 de junio de 1905, era hija de familias de antigua estirpe santafesina. Su padre era Ignacio Victorio Cullen, nacido en la ciudad en 1869 y de Petrona Gómez, nacida en 1870, matrimonio que dio siete hijos. Sus abuelos paternos eran Domingo Tomás Modesto Cullen Rodríguez del Fresno, nacido el 16 de junio de 1834 y Josefa Comas López.

Del matrimonio nacieron cuatro hijos, Georgina, el 6 de enero de 1928; Lidia Esther, el 20 de mayo de 1931; Eduardo, el 30 de enero de 1933; Jorge Ignacio, el 22 de febrero de 1934.

V – De muy joven ingresa en la docencia universitaria. Era un tiempo particular, había pocos abogados y por lo tanto menos con vocación docente, dos requisitos necesarios para ascender al púlpito mayor de la docencia que no suelen ir en parejo orden.

El cimbrón que significo la nacionalización de la Universidad, con una intervención, primero con José Araya y luego a cargo de Benito Názar Anchorena deriva en la normalización de los estudios. y luego la normalización una vez aprobado el nuevo plan de estudios. El decano fue José Oliva, sucediéndolo Pedro E. Martínez en abril de 1922 para ser electo por el cuerpo al año siguiente.

Todos estos cambios no fueron meramente formales, la nacionalización significó definitivamente una nueva universidad con un nuevo sentido de principios ideológicos; los derivados de la “Reforma universitaria de 1918”.

La planta docente para acompañar eso cambios fue cuidadosamente seleccionada de entre los profesionales del medio.

La primera designación de Mántaras es por medio de una resolución del H. Consejo directivo del 8 de agosto de 1924 (1) como profesor suplente en Derecho municipal. Era decano Gregorio Parera y rector, Pedro E. Martínez.

De la misma forma se proveía de docentes a la “Escuela industrial anexa” que dependía de la Facultad de Ingeniería química, y por resolución del Consejo directivo de la misma del 15 de julio de 1925 se designa a Mántaras para la cátedra de “Instrucción cívica” de 3er año.

A los efectos de seguir dotando a la planta profesoral, en mismo cuerpo deliberativo designa, en sesión del 2 de noviembre de 1926, a Mántaras como profesor suplente de Filosofía del derecho para el curso de doctorado. (2)

Producto de las nuevas necesidades y de la clara y responsable vocación, nuevamente el Consejo directivo lo designa como profesor suplente de Sociología para los cursos de Abogacía en la sesión del 6 de julio de 1927. En la sesión del 25 de julio de ese mismo año es designado también para dictar Elementos de derecho civil en la carrera de Procuración.

Al año siguiente en mismo Consejo directivo tomando en consideración el desempeño hasta ese momento, lo designa como interino en “Derecho civil argentino, 1ra. parte”, ante la licencia del titular, José A. Gervasoni.

Afianzado en la vida académica, que compartía con el ejerció de la profesión y la administración de un fundo ganadero, también tenía participación en la vida política de la Facultad. Ante la renuncia como consejero superior por parte de su titular Manuel J. del Sastre y del suplente, Humberto C. Gambino, el Consejo directivo nombra a Armando C. Antille y Eduardo C. Mántaras para reemplazarlos, en la cesión del 9 de octubre de 1928.

Al producirse una nueva licencia del titular de Derecho civil, las autoridades de la casa convocan a un concurso para la cobertura de dos plazas en calidad de profesor titular y las mismas son obtenidas por Eduardo Mántaras y José Lo Valvo que son confirmados por resolución del Interventor nacional, Roque A. Izzo, del 29 de abril de 1930 y luego confirmados en sus cargos por el nuevo Interventor nacional Abraham de la Vega, por resolución del 11 de enero de 1932.

Resultó que estos concursos fueron luego objetados y por lo tanto el rector elevó una consulta al Ministro de Justicia e instrucción pública, que era desempeñado por Manuel de Iriondo que corre vista al Procurador general de la nación, Horacio Rodríguez Larreta que el 22 de mayo de 1934 produce un dictamen en donde afirma que los “nombramientos de profesores titulares hechos por los interventores de la Universidad Nacional del Litoral no tiene carácter definitivo…”. Fundado en el mismo el ministro dispone el 6 de junio de 1934 que “no son profesores titulares … aquellos cuyo nombramiento no se ha ajustado a los preceptos legales”, es decir a la ley 1597.

En 1936 para designar consejeros docentes se produce el acto eleccionario y Mántaras resulta electo en representación de los titulares.(3) Renunciará en junio de 1938.

A los efectos de normalizar definitivamente el claustro se llevó adelante un proceso de selección y el rector elevó ternas para cubrir distintas cátedras y el presidente Roberto Ortíz designa a Mántaras como titular de la cátedra de Derecho civil argentino y comparado (1er curso) (4)

La Casa de estudios estaba dando sus primeros pasos como nacional y de las cátedras –una por materia- fueron surgiendo la necesidad de crear espacios para la investigación y el debate; así es que nace la idea, existente en otras universidades, de crear los Institutos y dotarlos de hombres para su desarrollo. El decano, Alberto J. Molinas, por expresa autorización del Consejo directivo, designa a Mántaras como Director del “Instituto de derecho civil” por resolución del 15 de febrero de 1939.

En febrero de 1946 se lleva adelante un proceso eleccionario cuya característica fue una clara polarización. El nuevo gobierno, con la legitimidad de los votos del pueblo, comienza un tiempo de transformaciones. Uno de los sectores, que no miraba con simpatía, eran las Universidades y por lo tanto se deciden en introducir reformas. Como lo indican los ciclos históricos, hay focos de resistencia y se toman las más firmes decisiones; los que no colaboren deben ser excluidos.

El interventor de la Facultad confecciona una lista que eleva al Rector, (5) también interventor, por resolución 456 del 3 de diciembre de 1946, con los nombres de Eduardo C. Mántaras, Emiro A. Seghezzi y Carmelo Piedrabuena, profesores que “deben ser separadas de la Universidad” atendiendo a que su “permanencia pueda resultar inconveniente para la reestructuración de la misma”. De inmediato fueron cesanteados sin más trámite ni posibilidad de recurrir; así de simple, así de implacable. (6)

De esta forma, se segaba la producción de un hombre que había dado los mejores esfuerzos a la difusión del conocimiento en esta actividad que esencialmente se vocación, es decir, entrega desinteresada.

Se deberá esperar hasta el año 1955 cuando las autoridades provenientes de una nueva intervención deciden retornar al estado de situación anterior, al curso natural de la vida universitaria que no requiere de más (ni menos) que la idoneidad científica. Una de las primeras medidas del interventor, Domingo Buonocore, uno de los expulsados durante la década peronista, dispone la reincorporación de los cesanteados, entre los que estaba Rudesindo Martínez que era el único excluido por la intervención del golpe del 43.

Para el caso de los fallecidos se los reconocerá en el acto público llevado adelante el 21 de noviembre en el aula Alberdi. (7) Tal los casos de Mántaras, Augusto Morisot –muerto en 1944- Rodolfo Doglioli –muerto el 11 de febrero de 1948- y de Emilio Seguizzi.

VI – A los hombres se los conoce por sus escritos, se suele decir en los ámbitos académicos. No obstante su juventud y las pocas facilidades que había en ese tiempo, legó escritos.

El primero fue su tesis doctoral titulada “El Estado como categoría histórica” que le permitió acceder a la dignidad académica. La reglamentación vigente indicaba que el doctorando debía presentar el trabajo impreso y debían dejarse ejemplares para la Biblioteca. El de nuestro evocado fue impreso en los talleres gráficos “El Litoral” en 1929 y consta de 90 páginas con tapa dura. Está en los anaqueles de la Biblioteca para la consulta. Luego de estudiar cuidadosamente las distintas teorías que justifican el poder, concluye en que “El Estado es una pura categoría histórica. Sobre el poder, elemento eterno de imponderable, que se encuentra en la base de todas las instituciones sociales; las culturas levantan sus organismos políticos, que por un error de perspectiva histórica colocamos bajo la unívoca denominación de Estado. … Cada cultura ha organizado el poder, adscribiéndolo a los fines específicos, que su sino de antemano prefijaba. El “estado” únicamente existe y ha existido en la cultura occidental. No hay un problema del Estado, con validez universal, hay sí, únicamente un problema del “Estado occidental”; otro del “Imperio romano” desde Constantino; y otro de la “civitas” o de la “polis greco-romana”.

El otro trabajo, un clásico de gran circulación entre los estudiantes, era “Derecho civil Argentino y comparado (parte general)”. Para la década del treinta y aún después, eran muy pocos los manuales de estudio que había. Salvat, que eran dos tomos y algún autor extranjero; no existía el “Bordita”, tal como se conoce al clásico “Manual de derecho civil” de Guillermo Borda, o el más moderno –y voluminoso- Rivera. Al propio tiempo había muy pocas lecciones que solamente daban los titulares. El “Centro de Estudiantes” (8) dispuso que dos de sus integrantes –Milton I. Albergoli y Bernardo R. Quinzio- tomaran versión taquigráfica del curso dictado en 1940 y luego consigan la autorización del profesor para su publicación. El resultado es un volumen de 358 páginas impreso por la “Librería e Imprenta Colmegna” por cuenta del Centro de estudiante en donde se abordan todos los temas que requería el programa. “Derecho civil, es la designación que tiene entre nosotros, el antiguo derecho de la Ciudad de los romanos. ….”. De esta forma iniciaba su primera lección. De su lectura se desprenden dos grandes virtudes que suele no ir de la mano; la claridad y la sencillez. Nuestra biblioteca conserva alguno de esos ejemplares.

También las páginas de la “Revista de Ciencias jurídicas y sociales” se engalanó con alguno de sus trabajos; revisamos “El programa de los partidos políticos” (nº 10-12, pág. 128-132) y “Ley de carnes y el problema ganadero” (nº 28, 1939, págs. 37-54), en donde hace un agudo análisis, que había sido motivo de tantas denuncias por parte de Lisandro de la Torre, respecto a los frigoríficos que llama “la industria del frío”. (9)

VII – No agotó su vida en la cátedra. Ejerció intensamente la profesión, y además administró dos establecimientos agropecuarios familiares; «La Aurora», en Vera y Pintado, que aún pertenece a la familia, y «Los Quebrachos», cerca de Colonia Silva, ambos en el departamento San Justo. Esta misma actividad y su espíritu de entrega lo llevan a ser tres veces presidente de la Sociedad Rural de Santa Fe entre 1939 y 1946 y en reconocimiento de su trabajo, uno de los pabellones de la sede ubicada en Bv. Pellegrini lleva su nombre. También fue presidente de CARCLO y de la CAP, fue miembro del Rotary Club.

La política no le era ajena y tuvo activa participación en las filas del Partido Demócrata Progresista y en esas lides acompañó al caudillo santafesino Luciano Molinas como candidato a vice gobernador en las elecciones de 1936.

Integró también durante varios años la Comisión Directiva del Club del Orden.   Hombre singularmente culto, manejaba los clásicos y varios idiomas. En el trato era afable y generoso.

VIII – En el año 1949 era vocal de la Corporación Argentina de Productores de Carnes, más conocida por CAP. Este organismo, creado en 1934, dependía de la Junta Nacional de Carnes y tenía como misión la de intervenir en el mercado de carnes y poder fijar un precio sostén, clasificar las carnes y regular las exportaciones.

En cumplimiento de esas faenas regresaba desde Buenos Aires a su hogar cuando se produce un accidente automovilístico en el que fallece. Era el sábado 9 de abril de 1949. Tenía 49 años.

El diario “El Orden” del domingo 10 de abril, a todo lo ancho “En trascendental ceremonia, Perón clausuró ayer en Mendoza, el primer Congreso nacional de filosofía” y bien debajo, dos impactantes fotos del terrible accidente en donde muestra el coche de Mántaras incrustado en la parte trasera de un acoplado sobre la ruta. En otra de las dantescas fotos se ven dos cuerpos sobre la banquina.

IX – A pesar de su acendrado intelectualismo, Eduardo C. Mántaras mantuvo indemne y prístina la relación vital con las cosas. A diferencia de otros universitarios de rango que con fuerza de meditar more geométrico acaban por escindirse y aislarse en la atmósfera enrarecida de los conceptos, vivió siempre identificado con los seres y con las cosas de su dintorno. Su mundo reposaba, así, en una armoniosa e indestructible unidad de su espíritu con la naturaleza. Ninguna causa justa le era ajena y a ellas se entregaba con admirable pasión.

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(1) En la misma resolución se designa también y en calidad de profesor suplente a José Lo Valvo en Introducción al estudio de la ciencias jurídicas y sociales; a César Gauchat en Derecho civil, primer parte; a Antonio Ucha en Derecho penal y régimen carcelario; Luis Prémoli en Economía política; a Juan Francisco de Larrechea en Derecho comercial, primera parte; a Gregorio Quirós en Derecho ferroviario comparado; a Miguel Casañas en Derecho procesal criminal; a Ángel Caballero Martín en Medicina legal; a Juan M. González Sabathie en Derecho procesal y práctica judicial de Notariado y María Dolores Passeggi en Francés.

(2) Esta resolución del Consejo directivo fue luego aprobada por el rector Pedro E. Martínez con fecha 3 de diciembre de 1926 en el marco del expediente L.120/926. En la misma se designa también a Josefa Trento de Parera en Historia de las instituciones jurídicas; Ángel S. Caballero Martín en Psicología; Olinto A. Pividori en Derecho civil primera parte; José Marìa González Meana en Economía política; Romeo Bonazzola en Derecho administrativo, César Cauchat en Derecho civil, segunda parte; Conrado Diez Rodríguez en Derecho comercial, primera parte; Emilio G. Leiva en Historia diplomática; Ángel R. Parolín en Derecho público provincial; Emiro A. Seghizzi en Derecho comercial, segunda parte; Emilio González en Derecho municipal comparado; Pedro Viñas Balugera en Derecho marítimo: Nestor Lobbosco en Deerecho federal; José P. Milesi en Derecho civil comparado; Dardo Parera en Derecho internacional privado; Juan E. de Larrechea en Derecho comercial argentino (curso de Notarial); Antonio F. Villar en Derecho marítimo y quiebras; Pedro A Bruniard en Derecho penal y ética profesional (curso de Notariado); Miguel I. Alberto en Derecho procesal y ética (curso de Notariado) y Antonio Anadón en Derecho civil (1er y 2do libro del curso de Notariado).

(3) El Consejo directivo quedó integrado, por lo profesores titulares con Amadeo Ramirez, Francisco G. Difiori, Eduardo C. Mántaras, Eduardo Garbino Gerra, Alberto J. Molinas, José M. González Meana e Isaac Francioni, y como suplentes, Sixto Bayer, Armando G. Antille, Antonio Pautasso y Humerto Gambino. Por los profesores adjuntos, Rodolfo Doglioli, Antonio Ucha y Guillermo J. Watson, y como suplentes, Domingo Buonocore y Ángel S. Caballero Martín.

(4) En el mismo decreto del 23 de septiembre de 1938 se designa a Augusto Morisot para Derecho penal 2do curso; Mariano Tissembaum para Legislación del trabajo; Luis David Bonaprte pata Derecho privado; Rodolfo Reyna para Derecho político; José Lo Valvo para Derecho civil argentino (2do curso); Emiro Seguizzi para Derecho civil argentino en Notariado; Antonio Villar, en Derecho comercial (2da parte) de Notariado.

(5) El texto de la resolución es el siguiente:

Santa Fe, 3 de diciembre de 1946.

Resolución Nº 456

Atento a que de acuerdo a las directivas recibidas deben ser separadas de la Universidad todos aquellos profesores cuya permanencia pueda resultar inconveniente para la reestructuración de la misma según el pensamiento del Superior gobierno de la Nación,

EL DELEGADO INTERVENTOR DE LA FACULTAD

RESUELVE:

Art. 1º.- Solicitar al señor interventor de la Universidad la separación de los siguientes profesores:

Eduardo C. MANTARAS; profesor titular de Derecho civil argentino y comparado (1er curso) de Abogacía y Elementos de Derecho civil de Procuración.

Emiro A. SEGHEZZI; profesor titular de Derecho civil argentino (3ra parte) de Notariado y Adjunto de Derecho comercial (2da. Parte) de abogacía.

Carmelo P.PIEDRABUENA; profesor titular de Derecho procesal civil argentino.

Art. 2º.- Regístrese, comuníquese, etc.

6) La resolución rectoral, es la siguiente:

J.446/46

Resolución nº 232

Santa Fe, 3 de diciembre de 1946

Visto este expediente por el que el señor Delegado interventor de la Facultad de ciencias jurídicas y sociales solicita la separación de los profesores Dres. Eduardo C. Mántaras, Emiro Seghizzi y Carmelo Piedrabuena, atento a las causales en que se funda el pedido,

EL INTERVENTOR DE LA UNIVERSIDAD

Resuelve:

1º – Separar a los profesores Eduardo C. Mántaras, Emiro Seghizzi y Carmelo P. Piedrabuena, como profesores de la Facultad de ciencias jurídicas y sociales.

2º – Comuníquese al Poder ejecutivo a sus efectos.

3º – Inscríbase, hágase saber a las Universidades nacionales, tómese nota y resérvese.

Julio de Tezanos Pintos.

Dlegado interventor

Eduardo Ramírez Igarzábal

Secretario general de la intervención

(7) El texto de la resolución del decano interventor es el siguiente:

Santa Fe, 14 de noviembre de 1955.

Resolución Nº 6656.

VISTO los fundamentos del decreto del Poder ejecutivo nº 2538, del 4 de noviembre de 1955, y

CONSIDERANDO:

Que la facultad tiene el deber de expresar públicamente el reconocimiento de los méritos y de las conductas ejemplares de aquellos profesores que pos su espíritu de civismo republicano y democrático fueron arbitrariamente separados de sus cátedras o renunciantes de las mismas en acto de solidaridad con los primeros,

EL DELEGADO INTERVENTOR DE L FACULTAD,

RESUELVE:

Art 1º.- Realizar el 21 de corriente a las 18 horas un acto público en el aula Alberdi de esta Facultad, acto que tendrá en carácter de desagravio moral en homenaje a los profesores separados de la Casa y reincorporados recientemente , doctores; Rudesindo Martínez, Luis David Bonaparte, Carmelo P. Piedrabuena, Alberto Arrue Gowland, Eduardo B. Carlos, Francisco J. Gschwind, Mario Mosset Iturraspe, J. Hiram Pozzo, Abraham Rabotnikof y Adolfo R. Rouzaut.

Art 2º.- Esn el referido acto se testimoniará igualmente, una sentida expresión de recuerdo en memoria de los profesores fallecidos, doctores Augusto Morisot, Rodolfo Doglioli, Eduardo C. Mántaras y Emilio Seghizzi quienes, a su hora, durante el proceso de avasallamiento a la Universidad, fueron víctimas, también, de la misma arbitrariedad.

Art. 3º.- Señalar expresamente que esta reparación póstuma del honor ofendido con motivo de sus cesantías, los erige ante la juventud estudiosa en símbolos de conducta moral y de acendrado espíritu universitario.

Art. 4º.- Disponer que se eliminen de los legajos personales respectivos las constancias que existieren de estas medidas agravantes para la Universidad y se agregue, en cambio, para satisfacción de los perjudicados, una copia de la presente resolución.

Art 5º.- Harán uso de la palabra en el acto público de desagravio, el suscripto, el profesor Doctor Carmelo P. Piedabuena, en nombre de los catedráticos reincorporados, el doctor Domingo López cuesta en representación del Club Universitario, un estudiante y el profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, Doctor Carlos Sánchez Viamonte.

Art 6º.- Regístrese, comuníquese, tómase nota y archívese.

Domingo Buonocore.

Delegado interventor.

Diógenes L. Antille.

Secretario”.

8) Las Comisión directiva del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales estaba integrada de la siguiente forma:

Secretario general; Juan Martin de la Peña.

Secretario de actas; Marcos A. Lescano.

Secretario de hacienda; Fermín E. Jimenez.

Secretario de informaciones; Santiago Volkart.

Secretario relaciones gremiales; Ángel F. Robledo.

Secretario de extensión universitaria; Francisco G. A. Sallovitz.

Secretario de publicaciones; Héctor R. Agusti.

Secretario de deportes; José Puccinelli.

Delegados el H. C.D.: Titulares, Aldo Luder y César Lafuente; Suplentes, Eliseo doce y Mariano Cúneo.

Delegados a la FUL; Titulares, Sebastián Gerbotto y Mario D. Agodino; suplentes, Santiago E. Volkart y César A. Lafuente.

Delegados a la FUL de deportes; Féliz Aleart y Ovidio Pablo Emanuelli.

(9) Este número de la revista estaba dedicado a las cuestiones agrarias. Tiene cinco artículos principales; Domingo Buonocore, Colonización e inmigración; el citado de Mántaras; Bernardino C. Horne, La propiedad en el derecho agrario. El director de la revista era Alcides Greca y el secretario Mario C. Bruno. Eran redactores Domingo Buonocore, Emiro Seghizzi, Rodolfo Doglioli, Humberto Gambino y los estudiantes Italo Luder –un joven rafaelino que años más adelante será presidente de la República- y Héctor Gómez.

EL RECUERDO DE JUAN ALVAREZ

 

8 de abril – Muere Juan Álvarez

Ricardo Miguel Fessia


I – Fue Álvarez uno de los intelectuales que entregó la provincia de Santa Fe para la formación de la Nación en tiempos fundacionales. Abogado, funcionario judicial e historiador, entregó todo su talento  

II – Para referirnos a su personalidad, debemos recurrir, indefectiblemente, a sus ancestros, concretamente a su padre.

Serafín Álvarez nació en Guadix, provincia de Granada, hacia el año 1842 hijo de un médico. Por su posición, cursó estudios en la muy real Granada alcanzado el título de Bachiller en Artes y prolongó los estudios hasta alcanzar el grado de Licenciado en filosofía en 1862. Trasladose hasta Madrid para ingresar a la Universidad Central donde se logra graduar de Abogado en 1867.

En esos días reinaba Isabel II, “la de los Tristes destinos”, y la inestabilidad política era notoria. Influenciada por el gabinete y sectores de la Iglesia, dicta un Reglamento en donde se impone la religión católica para los que se desempeñen como docentes. Álvarez reaccionó airadamente y hasta llegó a publicar un artículo en el periódico de Sevilla que le significó marchase sin más de su tierra. El destino más próximo era Francia, como al año siguiente lo hizo la propia reina Isabel II. Embarcó en tren con su joven esposa Felipa Arqués. En tierras galas toma un vapor que lo lleva a Montevideo y luego a Buenos Aires. Pero con la caída de la monarquía producto del pronunciamiento de los generales Francisco Serrano y Juan Prim se impone la idea de una República y por lo tanto regresa a su tierra y llega a instalar un colegio en el sur, en Vélez-Málaga, provincia de Málaga. En ese lugar nace su primer hijo, Clemente, luego un galeno con destacada actuación en Rosario.

Pero el cambio político fue apenas un ensayo, primero como monarquía parlamentaria y luego como república; todo entre 1868 y 1874. Antes que se derrumbe definitivamente el sistema, Serafín embarca nuevamente, con mujer y tres hijos, hacia América y se instala en Concepción del Uruguay para ser director de la Escuela de varones nº 1. En 1877 pasó a ser director de un instituto privado de enseñanza secundaria en Gualeguaychú.

El año 1878 será venturoso; Serafín logra la reválida de su título de Abogado previo a dar rigurosos once exámenes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y el 3 de septiembre nace su cuarto hijo al que bautizan Juan, nuestro evocado.

Todo indicaba que el destino de la familia era esa creciente pero tranquila villa entrerriana a la costa del Uruguay, en donde se había creado un juzgado de primera instancia para que el recién homologado abogado pueda desplegar su oficio en ese medio que era el más importante puerto del caudaloso río.

La insistencia de un compatriota también exilado y el contumaz espíritu, hicieron que la familia marche para Buenos Aires en donde las cosas no salieron como estaban previstas. Los rescoldos de la revolución de 1880 todavía estaban vigentes y logra asociarse con Rafael Calzada, un paisano, pero asturiano, para fundar la “Revista de los tribunales” que logró aceptación por parte de los colegas, pero luego abandonó la empresa para radicarse en Quilmes con un estudio jurídico.

Una nueva marcha del destino hace que reciba el convite del gobernador de Santa Fe, José Gálvez, que conocía por un pleito. Lo convocaba para hacerse cargo del recién creado juzgado. Instalada la familia en la capital provincial, los hijos continúan sus estudios, y Juan que mostraba una inteligencia superior a la media y estudiaba en el Escuela Normal de Santa Fe, obtiene el título de “Maestro normal” cuando apenas tenía doce años.

Otra mudanza estaba en puerta; el magistrado pide traslado y se asienta en la pujante Rosario, ciudad nacida de su parroquia y de su río.

III – Afincados definitivamente, comienza un derrotero que lo llevará a ser un forjador de grandeza.

En paralelo a sus estudios de abogacía en la Universidad de Buenos Aires, trabaja en distintas dependencias del sistema judicial de la provincia.

El 18 de julio de 1898, cuando le faltaban pocos meses para cumplir veinte años, logra el título de Doctor en jurisprudencia con la aprobación de la tesis “El gobierno nacional no puede exonerar del pago del impuesto provinciales a las empresas industriales o comerciales”.

Alguna parte del espíritu paterno, con distinto formato, lo lleva a emprender un viaje que desde sus inicios estaba orientado a la aventura. Recorría algunos países de África, Nueva Zelanda y Oceanía. Lo cierto es que en algún punto quedó sin recursos y gracias a la generosidad de Rafael Calzada recibe la partida necesaria para el regreso.

Precisamente sus primeras prácticas las tiene en el estudio de Calzada hasta que es nombrado secretario del Juzgado federal de Rosario, dando inicio a la carrera judicial que concluye en el más empinado rango.

IV – Desde esa tempranera designación como secretario, iniciará un riguroso “cursus honorum”. Fue Procurador fiscal –tal la denominación de ese tiempo- desde el 4 de octubre de 1910, Juez federal desde el 7 de marzo de 1913, Fiscal de Cámaras del 7 de septiembre de 1928, Juez de la Cámara de apelaciones del 1 de octubre de 1930 para rematar como Procurador general de la Nación desde el 14 de julio de 1935, sucediendo a Horacio Rodríguez Larreta.

Eran tiempos en donde no se judicializaban todos los conflictos de forma que tenía tiempo para otros estudios y la docencia, siempre con la prioridad de tener el despacho al día, costumbre lamentablemente abandonada para erosión de la credibilidad de la judicatura.

V – Su vinculación con la docencia, actividad de tanta voluntad como empeño, comienza en 1906 con la designación en el Colegio nacional –luego se denominó nº 1- y al siguiente año tomó el curso de Procedimientos judiciales en la Escuela de comercio. Todo era “ad honorem”.

A poco de nacionalizarse la Universidad Nacional del Litoral, obtiene por concurso en 1923 la cátedra de “Economía política” en la Facultad de Ciencias económicas, comerciales y políticas.

VI – Una de las actividades que mayor trascendencia le otorgara, sin buscarla, claro está, es su obra escrita. En 1910 se conoce “Ensayo sobre la historia de la provincia de Santa Fe”, obra de muy largo aliento y más propia de un equipo. En esa “opera prima” ya se advierte un agudo observador que recurre a la fuente documental y no a la (habitual) referencia a estudios previos.

Apenas cuatro años después entrega a la estampa “Estudios sobre las guerras civiles” por el que obtiene una distinción nacional y ese mismo año, “El problema de Buenos Aires en la República Argentina”.

Es posiblemente el primero en analizar profundamente el juego de los intereses económicos y su influencia en los otros acontecimientos, civiles, políticos, militares, que marcaron todo un tiempo y que en buena medida todavía están presentes.

En la obra relativa a las guerras civiles se apura en decir que las mismas tiene una estrecha relación “con ciertos aspectos económicos de la vida nacional”.

Otros aportes fueron “Ensayo sobre la desigualdad” en 1927 y “Temas de Historia económica” en 1929 producto de sus investigaciones para el uso de la cátedra universitaria.

Tal vez la obra mayor de Álvarez sea “Historia de Rosario” (1689 – 1939), del año 1943 (la Universidad Nacional del Litoral lo publicó en 1981), un sesudo análisis del pasado que transporta al lector y lo entrega sin dobleces ni alambicadas deducciones en la realidad moderna para poder entenderla. Solo un párrafo tal vez sea suficiente para entenderlo; el pasado, dice, tiene dos períodos; “con río cerrado al comercio, pobreza y atraso; con río abierto, prosperidad y cultura”.

VII – En un breve pero provechoso paso por la gestión de la Municipalidad, y en el marco de los que serían los festejos por el centenario, proyecta la creación de una biblioteca municipal y lo involucra al propio intendentes, Isidro Quiroga que termina enviando el proyecto al Consejo que aprueba su construcción en septiembre de 1909. Sin más en septiembre de 1910 se coloca la piedra fundamental y en mayo de 1912 se inaugura el edificio. Era una época de erección de los cimientos de la patria, en ese mismo espacio de a biblioteca que conducía el propio Álvarez, surge la idea de levantar un salón para actividades culturales, que de inmediato se puso manos a la obra y fue el “Círculo de la biblioteca¨ que hoy se conoce como “Círculo”.

VIII – Siendo Procurador, el 4 de junio de 1943 se produce una nueva interrupción del orden constitucional que derroca a Castillo. Los sectores golpistas eran varios y casi todos bastante improvisados. Unos días gobierno Rawson, el 7 de junio asume P .P. Ramírez que se mantuvo por ocho meses hasta el 22 de febrero que el GOU comanda un golpe interno que imponen al general Edelmiro Farrell pero con el poder muy recortado. Quién lo condicionaba era el Secretario de trabajo, coronel Perón que tenía el apoyo de los sindicatos y de masas obreras no sindicalizadas. En el nuevo gabinete que arma Farrell incluye a Perón como Ministro de guerra con la férrea oposición de los militares y en particular del influyente GOU. El 6 de junio de 1944 en un movimiento de pinzas, logran hacer renunciar a Perlinger y Perón es nombrado vicepresidente, manteniendo el cargo anterior. El año 45 se presentó con muchas complicaciones y movilizaciones; el ejército era una franca puja interna. El 9 de octubre de 1945 sectores de ejército se acantonan en Campo de Mayo y ello deriva en la renuncia de Perón y parte del gabinete, quedando las autoridades formales muy desgastadas.

El 13 de octubre Farrell convoca a su despacho a Juan Álvarez y sin más le ofreció ser Ministro del interior y conformar un nuevo gabinete para encontrar una rápida salida democrática. Esto alteró la actividad de Álvarez que nunca había tenido actividad política. Pide unos pocos días y se lanza en rondas de consulta hasta que logra conformar un grupo de colaboradores entre los que estaban Mario Amadeo, Alberto Hueyo, Isidoro Ruíz Moreno, Figueroa Alcorta y el ingeniero Antonio Vaquer. El 17 por la mañana presenta la nota en donde se ponía como condición llamar a elecciones en febrero de 1946.

El resto de la historia es bastante conocida.

Le llegaron críticas, hasta alguno pretendió cargarle cierta responsabilidad por la demora, por la falta de reflejos.

Cuando llega al poder el nuevo gobierno surgido por el voto de los ciudadanos, se dio a la tarea de refundar un nuevo orden. Uno de los sectores era precisamente el Poder judicial y en particular Álvarez. Quince cargos presentaron los integrantes de la Comisión de juicio político de la Cámara de diputados hacia la Corte y el Procurador. De los cinco que lo afectaban, Álvarez se defendió con la misma solvencia con las que firmaba sus dictámenes y con la misma valentía que todos los actos de su vida. Pero la sentencia ya estaba redactada desde antes de presentarse la acusación, los argumentos elevados ni siquiera fueron contestados.

El Procurador concluye su alegato diciendo, “Será justicia, que justicia y sólo eso es lo que pido”.

IX – Regresó a Rosario para volver a su casa de calle Maipú 1428, aún en pié, cercana al río donde pasó jornadas de intenso trabajo en los temas históricos.

Había formado su hogar con Clotilde Pérez y tendrán nueve hijos.

En el solaz de la casona, murió el 8 de abril de 1854.

En el relato del recuerdo, podemos decir que poseía las cuatro virtudes que Sócrates decía de los hombres; prudencia, valor, templanza y justicia.

H. C. GAMBINO

Nuestros profesores»

6 de abril – Muere el profesor Humberto C. Gambino

Ricardo Miguel Fessia

I – Murió un día como cualquier otro; era el sábado 6 de abril de 1963, tal vez la característica más importante para el común de la gente es que era uno de esos típicos días de otoño santafesino.

Para la comunidad universitaria, para los hombres de derecho no será un día más; moría Humberto Cirilo Gambino, un hombre que había entregado lo mejor de sí en tiempos fundacionales de la Universidad Nacional del Litoral.

II – Descendiente de una familia de inmigrantes del sur de Italia, nace en la ciudad el 5 de noviembre de 1890, hijo de Constantino –nacido el 15 de agosto de 1866- y Tránsito Loza. Producto del esfuerzo paterno pudo cumplir su ciclo de formación; hizo los estudios primarios en la Escuela de Esperanza, continuó en el Colegio Nacional de Santa Fe, y por último logró el título de abogado en la universidad provincial.

Constituyó su hogar junto a Blanca Staffolani con la que tuvo cuatro hijos; Norma Lucía, Eva Ana, Humberto Luis Enrique y Julio César.

Su nombre figura entre los pioneros de la Universidad. Cuando por la ley 10.861, promulgada por el presidente Hipólito Yrigoyen el 17 de octubre de 1919, se nacionalizaba la vieja Universidad de Santa Fe dando paso a la Universidad Nacional del Litoral se necesitaba de hombres nuevos que con su voluntad y saber incorporen aires lozanos. Su designación fue hecha en Buenos Aires el 10 de junio de 1921 y lleva la firma del ministro José S. Salinas, como profesor suplente en “Psicología”. De la misma forma, pero el 10 de septiembre se lo designa como profesor suplente de “Derecho civil argentino (3er y 4to libro)” en la carrera de Notariado. El curso del 1er y 2do libro estaba a cargo de Alejandro Grecca. Esta designación en renovada en marzo de 1930 por el rector interventor R. A. Izzo

En adelante tomará activa participación no solo en las tareas académicas, sino en las políticas, intensas y fundacionales.

El 13 de abril de 1922 es designado Consejero y serán otras tantas veces las que formará parte del órgano deliberativo de la Casa de Estudios, incluyendo un período como vice decano debiendo ejercer como decano cuando su titular, Alejandro Greca, debe asumir las tareas de rector por alejamiento de su titular, y otro como delegado al H. Consejo Superior en representación de sus pares.

Integró el Consejo directivo en el año 1945 compartiendo el cuerpo con Mariano Tissembaun y Alejandro Greca. En 1955 comparte el mismo cuerpo con José Vicente del C. Candioti, Enrique Carbajo, Miguel Casañas, Beatriz Dalurzo, Lázaro Elías Grattarola, Rafael V. Gutiérrez, Federico Llobet, Antonio Ucha, Pedro V. Vallejos y Antonio Villar.

III – Era la tribuna universitaria el ámbito que más le permitía explotar todo el bagaje de conocimientos fruto de su formación como jurista y como persona. Agudo observador, nada que tuviera que ver con el derecho como medio para el desarrollo del hombre y de la sociedad, le era ajeno.

En un extenso reportaje a tres columnas, cosa no habitual en esos tiempos, publicado en la edición del martes 15 de mayo de 1928 del diario “El Orden” aborda temas de actualidad tanto en la formación de los profesionales como en el ejercicio liberal de la misma. Por esos días tiene una mirada crítica respecto al abandono de algunos de los principios de la Reforma universitaria, movimiento estudiantil al que se debe la creación de la Universidad, por parte de una generalidad de educandos. En otro de los pasajes muestra su cabal formación como humanista y sostiene; “Es completamente natural que un día deba enfrentarme en el desempeño de mi misión profesional con una mujer abogada”, (http://www.santafe.gov.ar/hemerotecadigital/diario/166/) eran tiempos en los que se debatía si las mujeres debían estudiar derecho o ejercer en forma liberal la profesión.

Con la misma pasión y enjundia fue redactor de la “Revista de Ciencias Jurídicas y Sociales” por varios años de gran producción. También su erudición la puso a consideración en varios artículos, tanto en derecho privado como en público. Un trabajo de largo aliento, titulado “Servidumbre prediales”, no se pudo publicar ya que estaba en tarea de revisión cuando la muerte lo sorprende.

IV – La vida universitaria la compartió con el ejercicio liberal donde logró el respeto de los colegas y con la magistratura, dictando fallos serenamente meditados y fundados en normas y jurisprudencia aquilatadas.

ANDRÉS D´ALESSIO

 

4 de abril – Muere Andrés D´Alessio

Ricardo Miguel Fessia

I – Algunos actos de la vida suelen etiquetar a los hombres y este rótulo lo acompaña sin tiempo. Es el caso de D´Alessio al que nuestro inconsciente colectivo vincula al “Juicio a las Juntas” como integrante de la Cámara penal que se encargó de esa instancia histórica para la vida del país y para la democracia en el mundo.

Pero su vida, antes y después, fue tan rica que empareja esa corajuda intervención en aquel juicio que en cumplimiento de una promesa electoral, pero fundamentalmente por su firme convicción, impulsaba Raúl Alfonsín apenas calzada la banda presidencia.

II – Nacido en Buenos Aires el 17 de abril de 1940, toda su vida estuvo derechamente relacionada a la “gran ciudad”. Con el destino marcado desde los años del secundario, ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en 1958, tiempo de gran creación y plena libertad de los claustros. Apenas recibido abraza la docencia y fue auxiliar docente no diplomado en las cátedras de Sebastián Soler y Eduardo Marquardt y luego en el “Instituto de Derecho Penal y Criminología” que conducía Luis Jiménez de Asúa. Esa escuela, junto a su natural talento y sus firmes principios, fueron macerando para llegar a ser un reconocido catedrático.

Junto a la docencia, ejerció como abogado y hacia 1974 se incorpora como secretario letrado en la Procuración general de la Nación, pasa en 1977 a la Administración nacional de aduanas y en 1980 a la Corte Suprema de Justicia como secretario.

En los concursos de 1974 logra uno de los cargos de profesor adjunto en Derecho penal y una década después es titular interino en días en donde se estabas normalizando las casas de estudio. En los concursos de 1986 obtiene la plaza de profesor asociado de Derecho penal.

Precisamente ese año de 1984 fue designado como juez de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal. Precisamente en esa condición es que tomó participación en el llamado “Juicio a las Juntas” que comenzó en 1985.

Dos años después el presidente Alfonsín lo propone como Procurador general de la Nación y recibe el apoyo de todas las fuerzas políticas. Como tal siguió muy de cerca el juicio que terminó en condena a los miembros del llamado “Movimiento de todos por la patria” por el ataque al cuartel de La Tablada. Con la misma firmeza dictaminó respecto a los alcances de la “Ley de obediencia debida”, ora beneficiando al general Jorge Alberto Maradona, ora oponiéndose a su aplicación para el general Santiago Omar Rivero o los civiles que colaboraron en la represión como los médicos del Servicio Penitenciario Federal. También emitió el dictamen solicitando la confirmación de la condena por treinta años contra Firmenich por el secuestro de los hermanos Born.

Una de las primeras medidas de gobierno del presidente siguiente fue la de pedir su renuncia y como todo hombre de bien, sabedor de la naturaleza políticas del cargo, presenta su renuncia el 31 de agosto de 1989. Esto le permitió criticar el indulto que ese presidente firmó a favor de personas condenadas; los ex comandantes y Mario Firmenich. Había dicho, “el indulto dejará la sensación en la sociedad de que todo queda impune, incluso los delitos más atroces y aberrantes”. ¡Cuanta razón le asistía!

III – La vida académica era la que ocupaba su preferencia; las aulas son el espacio para los debates, para el florecimiento de las ideas, para la generación de otras encaminadas a una sociedad democrática.

Así es que se crea la cátedra de “Derecho humanos y garantías constitucionales” y es designado como uno de los titulares interinos con un programa de avanzada para esos años.

Con un grupo de profesores y de alumnos, deciden enfrentar las elecciones de 1994 y el electo decano con el voto de todos los estamentos. Producto de una gestión abierta y pujante, cuatro años después es reelecto.

En medio de tantas ocupaciones, nunca dejó descansar su pluma; condujo un equipo que redactó un completo “Código penal comentado” (Buenos Aires, La Ley, 2004) en dos tomos que tuvo gran aceptación entre los profesionales (“… una herramienta de buen nivel destinada al trabajo cotidiano de abogados y jueces”) y recibió generosa crítica de los doctrinarios. En la “Introducción” se apura en hacer una breve historia de la evolución de la cátedra universitaria de aquel modelo de un titular frente al curso al actual de un equipo con distintas responsabilidades. Participó en otras tantas publicaciones periódicas como las revistas de jurisprudencia que circular por los bufetes de abogados y dirigió junto a Pedro J. Bertolino, de la “Revista de Derecho Penal y Procesal Penal” que edita una editorial privada.

Alejado de la función volvió el ruedo tribunalicio y fueron célebres algunas defensas, tal la del juez Juan José Galeano por su responsabilidad en el ataque a la mutual AMIA.

III – Su salud siempre le mostró la peor cara pero ello tal vez sirvió para fortalecer su espíritu; a los cinco año tuvo un brote de poliomielitis que también le afectó un riñón. Otros episodios lo llevaron a constante controles renales hasta las diálisis no fueron suficiente y se tuvo que someter a un trasplante, pero la recuperación fue compleja. Para inicios de año sus visitas eran más periódicas hasta que debe permanecer internado en la Clínica Favaloro con un cuadro de insuficiencia respiratoria que se fue agudizando hasta la mañana del sábado 4 de abril de 2009 en que su corazón expiró. Sólo tenía 68 años, dejó nueve hijos y veintiún nietos.

Cuatro días antes había muerto Raúl Alfonsín, el que había creado la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) que luego llevó al juicio.

Todos destacaron su compromiso con los valores de la Constitución y su brega por los Derechos humanos. Se recuerda que fue el primero en investigar y lograr la restitución de un hijo de desaparecidos; Paula Logares, hija de Claudio y Mónica, secuestrados el 18 de mayo de 1978 en Uruguay. Fue un hombre valiente y sincero.