RICARDO ZORRAQUÍN BECÚ

Historiadores del Derecho | 16

22 de mayo – Muere R. Zorraquín Becú

Ricardo Miguel Fessia

I – En el horizonte de la Historia del derecho en nuestro país, que cuenta con insignes hombres que dieron cuerpo a una idea, Zorraquín Becú ocupa un lugar de privilegio, no solo por el cultivo de la disciplina y sus ingeniosos aportes, sino por su hombría de bien, entrega al estudio y generosidad.

Testigo de un tiempo de bonanza intelectual, formado con grandes maestros, supo estar a la altura de las circunstancias y devolver con creces en legiones de discípulos los conocimientos recibidos y los multiplicó con la misma generosidad.

II – Nacido en la ciudad de Buenos Aires el 24 de marzo de 1911 en el seno de una familia con buena posición económico, lo que le permitió no preocuparse por lo necesario para su sustento. Sus progenitores, ya por ascendencia, eran estancieros.

Siguió el itinerario de otros hombres notables del país; estudió en el Colegio Nacional del Buenos Aires para egresar como bachiller y en 1929, con dieciocho años, ingresa a la Facultad de Derecho y Ciencia Sociales de la Universidad de Buenos Aires, cuya sede estaba en el imponente edificio estilo neogótico de calle Las Heras.

Ocupado en temas de la vida universitaria y en medio de un particular clima político, junto a otros condiscípulos funda “El Centro Argentino de Estudiantes de Derecho” del cual fue el primer presidente y se ocuparon de la actividad gremial.

Cinco años después, logra el título con un promedio destacado. A poco de la finalización, ingresa como secretario en un Juzgado de paz letrada, como se los denominaba. Inicia de esta forma el “cursus honorarium” en la justicia y algunos años después será juez nacional de comercio.

Inquieto y responsable también fue embajador en el Perú, pero su verdadera vocación era la docencia e investigación. Esa fuerza la volcó en la elaboración de su tesis para acceder al doctorado en la misma Casa de estudios de 1939 sobre “El federalismo argentino”, que durante toda su existencia recordó con particular cariño y a la que refería como una de sus obras más relevantes. En el mismo se aprecia un primario interés por el derecho público y el constitucionalismo, con perspectivas históricas en los procesos de federalización.

El trabajo fue editado por la novel “Sociedad de Historia Argentina” y le permitió ingresar en el devenir académico de ese tiempo y lograr relaciones con los historiadores más destacados. Entre los cuales estaban Ricardo Levene y Abel Cháneton, que lo orientaron en trabajos posteriores y le abrieron las puertas de la academia para ser profesor adjunto en sus cátedras. En 1942 se incorporó a la cátedra de “Historia Argentina” en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, siendo su primer docente.

Cuando se produce la muerte de Lorenzo Barros, el decano Dimas González Gowland le pidió a Abel Cháneton que se presentara al concurso para designar a un nuevo docente, pero éste la rechaza y recomendó a Zorraquín, que luego del proceso concursal es designado. Producto del dictado de la cátedra y de la ocupación por los estudiantes, se conoce en 1966 el libro “Historia del Derecho Argentino”, aún vigente en nuestros días y en donde resumía su experiencia como investigador y docente. En dos tomos aborda los contenidos fundamentales y generales del derecho en Roma, la posterior romanización de la Península Ibérica y por esa vía la implantación de un sistema jurídico en todo este continente.

En esos días los institutos de investigaciones tenían una febril actividad en el seno de la Facultad y en la sesión del 28 de junio de 1947 se presenta en la reunión del “Instituto de Historia del Derecho” con una ponencia titulada “La justicia capitular durante la dominación española”.

En el año 1949 y por pedido de Abel Cháneton, es designado profesor adjunto de la cátedra de “Introducción al Derecho”. Esta cátedra originalmente llamada “Introducción General al Estudio del Derecho” o “Enciclopedia Jurídica”, había sido inaugurada el año 1876, y su primer titular fue Juan José Montes de Oca. El motivo de su instauración fue la transformación del “Departamento de Jurisprudencia” de la Universidad de Buenos Aires en lo que hoy es la Facultad de Derecho de la misma entidad. Luego de haberse sucedido en el cargo destacados profesores, Manuel Augusto Montes de Oca, Juan Agustín García y Octavio Bunge, Levene adquirió la titularidad a inicios del año 1919. Eran los albores del cultivo sistemático del Derecho Indiano en Argentina.

La condición de profesor adjunto de Zorraquín en el mismo curso duró seis años hasta que el gobierno revolucionario en la Facultad lo designó titular a cargo de la cátedra de Introducción al Derecho en 1955.

Siempre en el espacio de la Facultad de derecho, hacia 1949 el talentoso Levene fundó la “Revista del Instituto de Historia del Derecho”, que se siguió editando hasta principios de la década de los ochenta. Esta publicación contó, desde su primer número, con aportes regulares de Zorraquín Becú, dedicados fundamentalmente a la redacción de reseñas bibliográficas de historiadores argentinos en una primera etapa, y luego investigaciones de mayor vuelo.

III – En 1959 fallece Levene y frente a la tumba inerme Zorraquín dirá “Una existencia singularmente laboriosa y útil acaba de extinguirse en medio de la pena de sus amigos que ven desaparecer, con el doctor Ricardo Levene, a un ejemplo admirable de vocación científica y docente”. Esas eran las palabras iniciales que el discípulo dedicaba al maestro. Como profesor adjunto de Introducción al Derecho, fue testigo directo de un gran compromiso por parte del Dr. Levene hacia su cátedra, llena de frutos intelectuales que merecen ser atribuidos a su incansable labor. Mencionó el gran amor que Levene tenía por la cultura, la historia y las instituciones, así como también por el desarrollo intelectual de la juventud, a la cual siempre alentaba con generosidad y gusto. Concluía con un desafío incierto: “Saber continuar su labor, … su recuerdo y proseguir sus creaciones ha de ser el mejor homenaje que podamos rendir a su memoria, porque es el homenaje que su espíritu hubiera sin duda deseado”.

Con motivo de la muerte del Dr. Levene, el decano Laplaza por decreto Nº 2938/59, de fecha 13 de marzo de 1959, encomendó al Dr. Zorraquín para dictar una clase en su memoria, al momento de inaugurar el año que se iniciaba. Sobre Levene decía que: “Ejercía un verdadero magisterio, no solo porque el ejemplo de su vida consagrada al estudio era ya de por sí un símbolo de disciplina y de capacidad científica, sino también porque procuraba inculcar a sus alumnos … el amor al trabajo intelectual, el interés por los problemas históricos y el patriotismo que se nutre de la contemplación de los grandes hechos y personajes del pasado”.

En su condición de Director del Instituto de Historia del Derecho y el acuerdo de todos los integrantes, se decidió en 1962 dar por nombre al Instituto el de su fundador, pasando así a llamarse “Instituto de Historia del Derecho Ricardo Levene”.

IV – Las circunstancias políticas hicieron que en 1973 se dicte una resolución del Decano interventor de la Facultad, en donde se suprimieron once de los institutos que componían la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, incluido el de Historia del Derecho, que dirigía Zorraquín. Se negó todo reconocimiento a la labor que se había realizado durante casi cuarenta años, cuestionando los niveles de investigación y alegando una dispersión inaceptable en los contenidos que abarcaban las publicaciones.

Frente a ello se interpuso un recurso interno contra el Decano, el cual fue posteriormente rechazado bajo el argumento de que las investigaciones del Instituto trataban temas sin mayor relevancia, desadaptados de las contingencias actuales del país, y no aquellos que se creían realmente trascendentes como la reconstrucción y la liberación nacional. Elevado el mismo ante el rector interventor Rodolfo Puiggrós, corrió la misma suerte.

Frente a tal panorama el 26 de abril de 1974 presenta su renuncia como profesor titular en las cátedras de “Introducción al Derecho” e “Historia del Derecho”.

Las publicaciones de la Revista se detuvieron en su número 23 y recién se retomaron en 1978.

V – Esta circunstancia no desanimó a Zorraquín que no tenía en mente abandonar el fecundo trabajo que tanto él como los integrantes del Instituto Ricardo Levene habían realizado hasta ese momento.

Con la impronta de un loable pasado y un promisorio futuro, el 8 de agosto de 1973 y con el apoyo de un grupo de veinticuatro profesores se creó otro instituto paralelo dedicado a la Historia del Derecho, de carácter de privado. Recibió el nombre de “Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho”, como forma de continuación del anterior pero desligado de la Universidad.

Se siguió incansablemente con las tareas realizadas por el otrora Instituto Levene, como lo eran las jornadas de reunión y exposición. La idea de Ricardo Levene, sin duda continuaba vigente a través de la prolija y cuidada labor que había iniciado Zorraquín.

La Revista de Historia del Derecho del Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho surgió bajo su alero, y número tras número se fueron sucediendo las publicaciones de importantes profesores de toda la Argentina, como también de otros países del continente.

Hacia fines de 1974 en la Facultad de Derecho se resolvió reincorporar los institutos eliminados y Zorraquín Becú pasó a ocupar nuevamente el cargo de profesor y de director de su Instituto. En lo sucesivo, coexistirían ambas entidades prestándose mutuo apoyo. Así también, ambas revistas se comenzaron a publicar paralelamente, por un lado la del Instituto Levene y por el otro la del instituto privado.

VI – Merece destacarse un gesto propio de quién siente verdadera pasión por lo que hace. Habiendo fundado en “IIHD” y sin tener sede, donó importantes cantidades de libros al Instituto y solventó de su propio peculio una planta completa en un hermoso edifico de principios de siglo XX llamado “La Inmobiliaria”, en la avenida de Mayo, entre las calles Luis Sáenz Peña y San José, en inmediaciones del Congreso de la Nación Argentina. De esta forma el Instituto de Investigaciones pudo tener un lugar estable donde desarrollar sus actividades.

En ese espacio se lo utilizó como sede del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano.

VII – Varios temas ocuparon sus cavilaciones. El concepto siempre fue motivo de preocupación. Dedicado a resolver si la Historia del derecho corresponde al campo de la historia o al campo del derecho, escribió variados trabajos al respecto.

Su perspectiva es que esta disciplina se propone “conocer las estructuras políticas, sociales y económicas que cada comunidad ha tenido en las distintas etapas de su existencia”. Sin embargo impulsó de la idea de no seguir ninguna de las corrientes doctrinarias ya demarcadas -la idea historicista del derecho en Levene y la juridicista de la historia en García-Gallo-, que explica en su modo claro: “Puede afirmarse que la historia jurídica es a la vez historia social e historia de la cultura, en cuanto complementa y facilita el estudio de estos aspectos de la evolución humana”. Si se desea ahondar en las nociones fundamentales del profesor Zorraquín acerca de la Historia del Derecho y su metodología de estudio, bien se puede consultar su artículo titulado “Apuntes para una teoría de la historia del derecho”, en donde recalca que en la Historia del Derecho se pueden distinguir con claridad: “Dos disciplinas perfectamente diferenciadas, autónomas, que tienen métodos y objetos muy diversos. La historia de ocupa del pasado; el derecho contempla un ordenamiento actual … La primera aspira a mostrar un panorama social caduco; el segundo nos exhibe un sistema normativo que rige a una comunidad humana en el presente. Parecería entonces, que se trata de términos antitéticos, irreductibles, que no pueden llegar a formar otra disciplina orgánica con individualidad propia”.

Supo distinguir del vocablo “historia” dos acepciones. El primero, como lo que ha sucedido y el segundo, como el conocimiento y el estudio de los hechos ocurridos. Con la voz “derecho” ocurre algo similar. Desde un determinado punto de vista, se concibe como un ordenamiento que regula la vida en sociedad y desde otro, como la ciencia que estudia dicho ordenamiento. En ambos casos el doctor Zorraquín sostuvo que se debe interpretar de acuerdo al segundo significado. Según su idea el derecho es producto de la historia. Por ello, “es lógico entonces afirmar que podemos estudiar al derecho en su desarrollo histórico”. Pero es allí donde surge una complicación. La aplicación de una norma es un hecho histórico, pero a la vez, como se integra al sistema normativo, puede ser estudiado según la ciencia jurídica. En este caso, el objetivo de la Historia del Derecho se perdería, ya que se estaría omitiendo el carácter evolutivo y la observancia de las ideas y del contexto de la época. Por otro lado, el derecho del pasado ya no tiene carácter obligatorio ni pertenece a un sistema, por lo tanto, no puede ser considerado como derecho. De ese modo, no existiría una Historia del Derecho propiamente tal. Según Zorraquín, para dedicarse al estudio de la Historia del Derecho, se deben reunir las condiciones de “historiador y jurista”. En el proceso de reunir los materiales y de elaboración de un trabajo, se deben –según sus palabras– seguir los elementos de la disciplina de la historia, pero además, como se trata de un contenido que tuvo significado jurídico, se debe utilizar la ciencia del derecho, adaptándose a las realidades pretéritas y observando su contribución a la sociedad de ese entonces. De esta manera, Ricardo Zorraquín llegó a una conclusión: “la historia del derecho es historia por su método y es derecho por su objeto”. También sostuvo que dicha disciplina es un estudio totalmente separado de los otros, ya que no analiza los actos humanos y sus obras pasadas solamente, sino que además su integración dentro de un sistema normativo: “Enfoca el derecho pretérito de un modo completamente distinto que el actual -diferenciándose de la ciencia jurídica- y se separa de la historia porque tiene un objeto especial que es eminentemente jurídico. Si hacemos de ella una disciplina histórica corremos el riesgo de no penetrar en el análisis profundizado del derecho. Si la incorporamos a la ciencia jurídica existe el peligro de aplicar al pasado criterios actuales y de considerarla como una prolongación hacia tiempos anteriores del derecho contemporáneo”.

Con respecto a la importancia de la Historia del Derecho en la enseñanza de la carrera de la abogacía, Zorraquín rechazó a los detractores de la disciplina y reafirmó la valiosa importancia de la materia para la formación en las universidades de los futuros abogados, señalando que: “Una visión superficial y un poco frívola permitiría armar que es una disciplina que carece de personalidad práctica y no agrega nada a la enseñanza del derecho … Sin embargo, en toda carrera universitaria pueden distinguirse las disciplinas formativas y las informativas. Estas últimas son las que atañen directamente a la profesión […] aquellas, en cambio, cultivan y enriquecen la inteligencia de los alumnos y, en este sentido, contribuyen a su elevación cultural”.

Consciente de su rol, reconoció que la Historia del Derecho no resuelve problema alguno de nuestra existencia, señaló que no podemos simplemente desecharla, ya que, primero, esta ha sido cultivada desde la antigüedad y forma parte de una tradición milenaria, con una enorme cantidad de devotos en todas partes del mundo; segundo, por el interés inherente al hombre por saber de lo ocurrido en el pasado; y tercero, por “el sentimiento de continuidad que la especie humana no puede dejar de reconocer”, reflejado en la construcción y el reordenamiento de la cultura por parte de nuestros antepasados y en el interés de nuestros contemporáneos por saber qué hicieron y qué pensaron en tiempos pretéritos. De ese modo, Zorraquín Becú recalcó que: “Esa continuidad de las generaciones sucesivas se advierte mejor cuando nos interesamos por la historia de una nación. […] Es preciso entonces estudiar esa evolución en sus distintas manifestaciones, para saber de dónde venimos y a dónde vamos, puesto que nuestras vidas son como el eslabón de una cadena, en la cual cada uno está indisolublemente unido al que le precede y al que le sigue”.

Tal como lo sostienen otros juristas, sostuvo la importancia vital del derecho para regular las relaciones con los demás y así lograr una vida en sociedad exitosa. Para la comprensión a cabalidad del concepto, es imprescindible conocer el pasado del derecho, cómo se aplicó y cómo fue evolucionando. Por este motivo, el Dr. Zorraquín afirmó que si el historiador prescinde de los aspectos jurídicos en sus investigaciones, no podrá nunca comprender la evolución social íntegramente, de modo que llegó a establecer cuatro conclusiones. La Historia del Derecho es necesaria para: comprender los procesos sociales pretéritos, ya que estos, en general, se desarrollan conjuntamente con la permanencia o modificación del orden jurídico imperante; conocer el derecho en su integridad, ya que es menester estudiar su pasado, su forma de evolución y transformación; permitir al legislador y al jurista ver los efectos que una decisión causó en el pasado y poder desecharla o aplicarla en el presente; y eliminar los prejuicios ideológicos, formados por la falta de observancia del contexto histórico en que se realizó algún hecho. Para otros estudios a este respecto.

VIII – En pleno ejercicio de sus facultades intelectuales, a los 89 años, fallece el lunes 22 de mayo de 2000. Sus restos fueron depositados en el cementerio de la Recoleta y al pie de su tumba lo reconoció el doctor Carlos G. Frontera,

Tras su muerte, dejó parte importante de su herencia para la continuación de la labor que había comenzado en el Instituto. Es recordado como una persona muy afectuosa, respetuosa, humilde y colaboradora, como poseedor de una fe envidiable, así como de una inteligencia y capacidad de trabajo excepcionales. De los que lo conocieron, entre ellos Víctor Tau Anzoátegui, José María Díaz Couselo, destacan su actitud siempre caballerosa y respetuosa, muy cálida, de personalidad humilde. De conversación grata y de un gran sentido del humor, fue y será por todos siempre admirado.