CELEBRACION DEL DÍA DEL TRABAJADOR

1 de mayo – Día del trabajador

Ricardo Miguel Fessia

I – Es bastante conocido el devenir de los hechos que llevaron a la celebración del homenaje al trabajador en cierto día del calendario.

En los últimos días del abril de 1886, en la industriosa Chicago un grupo de obreros de tendencia anarquistas se organizaron para pedir por mejores condiciones de trabajo; concretamente para pedir una jornada laboral de ocho horas, limitando los abusos patronales que imponían 14 y hasta 16 horas diarias, según los oficios.

El reclamo se había iniciado en ese círculo de modestos y rudos trabajadores pero con una clara conciencia de clase y un perfil ideológico sostenido. Todas las reuniones en sórdidos locales y fondas se exteriorizó y la convocatoria fue para el sábado 1º de mayo al que acudieron más personas con sus familias de los esperados. Los empresarios no podían aceptar esto y la solución era reprimir; reprimir para que sirva de escarmiento. Cuando se baja esa orden y los ejecutores saben que cuentan con el apoyo de los que manejan el poder, las consecuencias son imprevisibles. Para el caso, fallecieron dos trabajadores.

La repuesta de los sectores más radicalizados no se hizo esperar y el 4 de mayo, se llamó a una marcha donde la réplica fue en la misma línea; feroz represión hasta que desde los manifestantes se arrojó un artefacto explosivo que mató a siete policías y provocó estupor y rechazo.

En una espiral de irracional violencia, ahora con un respaldo más que justificado, los uniformaron arremetieron contra la masa y cuando se habían dispersado, quedaron los cuerpos de ochenta trabajadores y dos centenares presentaban distintas heridas.

A su manera, la policía detuvo a ocho dirigentes sindicales; Adolph Fischer, Augusto Spies, Albert Parsons, George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe a los que se les imputó la responsabilidad de la bomba. Luego de un proceso rápido, los cuatro primeros fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887.

Lingg se suicidó con una bomba por él preparada en la celda, Michael Schwab y Samuel Fielden fueron condenados a prisión perpetua y Oscar Neebe, a 15 años de reclusión.

II – Dos años después, en 1889, la Conferencia Internacional de Trabajadores, reunida en París, acordó fijar el 1º de mayo de cada año como “el día de los trabajadores”, tomándose como una jornada de reflexión por los “mártires de Chicago”.

III – En Argentina se navegaba en las aguas del crecimiento y ensanchamiento del país gracias a la situación internacional y al trabajo de los inmigrantes. Pero el sistema de reparto respondía al modelo del Estado liberal. Ello comprende también las acciones del aparato represor para preservar al capital, base del modelo.

El primer festejo que se tiene noticia fue en 1890 en el Prado Español del barrio de Recoleta donde llegaron unas dos mil almas. Todo discurrió con normalidad pero la sorpresa llegó al día siguiente cuando los asistentes se enteraron que habían perdido su jornal por no ocurrir al trabajo.

El mitin había sido organizada por el club de trabajadores alemanes “Worwaerts” que para el efecto redactaron un documento que, en una de sus partes, decía que “reunidos en el Congreso de París del año pasado los representantes de los trabajadores de diversos países, resolvieron fijar el 1° de mayo de 1890 como fiesta universal de obreros, con el objeto de iniciar la propaganda en pro de la emancipación social”.

En el acto hicieron uso de la palabra varios oradores que destacaban las malas condiciones de trabajo que se observaban en todos los oficios y reclamando por una jornada a ocho horas, tal como era la brega a nivel internacional.

Los medios de prensa hicieron una crónica menor, incluso uno de ellos con un dejo de ironía destacaba que el pedido por la suba de los salarios y la reducción del horario, era algo casi hilarante.

Muchos trabajadores se fueron reuniendo en gremios, algunos con particular vocación en razón de haber importantes grupos izquierda, sean socialista, anarquistas o comunistas. Obreros de artes gráficas o panaderos ocuparon un lugar destacado. Recuérdese a los pasteleros que por medio de sus productos ridiculizaban a la iglesia o los militares, imponiendo a sus facturas nombres como “sacramentos”, “bolas de fraile”, “suspiros de monja”, “vigilantes”, “cañoncitos”, “bombas de crema”.

De pareja forma creció la prensa obrera y fueron ejemplo que marcaron un tiempo “La Vanguardia”, el periódico socialista que comenzó a editarse en 1894 y “La Protesta”, el órgano de los anarquistas, fundado en 1897.

Para reunir a todos los trabajadores en 1901 se fundó la “Federación Obrera Argentina” (FOA), que agrupaba a la mayoría de los gremios. Ese año los festejos del 1 de Mayo terminaron en corridas con varios heridos por las cachiporras y los sablazos que a diestra y siniestra reboleaban los policías. No se registraron ataques por parte de los obreros, pero la policía actuaba por las dudas.

Al fin de la década, en 1909, las fuerzas regulares, bajo las órdenes del coronel Ramón Lorenzo Falcón, atacó la reunión de trabajadores anarquista en la Plaza Lorea, lo que deparó catorce muertos y ochenta heridos. Al momento del acompañamiento al campo santo hubo nuevos enfrentamientos que se prolongaron por varias horas.

Definitivamente agrupados se convocó a una huelga de una semana, desde el primero hasta el 8 de mayo en Buenos Aires. En este clima tenso, se produce el atentado a Falcón y su asistente con la bomba que arrojó el anarquista ucraniano Simón Radowitzky.

Con las elecciones libres y secretas llega al poder la Unión Cívica Radical con Yrigoyen y la relación con los trabajadores fue distinta tratando de conciliar el capital y el trabajo en un clima de paz social.

En el mensaje al Congreso del 31 de agosto de 1921 el presidente Yrigoyen sostuvo: “Tras grandes esfuerzos el país ha conseguido establecer su vida constitucional en todos los órdenes de su actividad democrática. Pero le falta fijar las bases primordiales de su constitución social. (…) La democracia no consiste sólo en la garantía de la libertad política; entraña a la vez la posibilidad para todos de poder alcanzar un mínimo de felicidad siquiera”.

Se presentaron conflictos de alto voltaje político y hasta con represión, pero ninguna medida de fuerza de los trabajadores fue declarada ilegal y varios de ellos se zanjaron por negociaciones atendiendo a los reclamos laborales, la mayor parte de las controversias se resolvieron con esa dirección protectora. Ni la triste “Semana trágica” de los obrero de los Talleres Vasena, de enero de 1919, y la prologada huelga patagónica de 1921, se declaró ilegal. En esos años se le dio un nuevo sentido al “Departamento Nacional del Trabajo”, que pasó a intervenir como árbitro en los conflictos, y los funcionarios recorrían las instalaciones industriales para verificas el cumplimiento de las leyes laborales.

Otras medidas legales fueron tomadas para lo protección de los trabajadores como la creación de las Cajas de Previsión Social, jubilaciones, Código de Trabajo Rural, el fomento de las organizaciones sindicales para lograr reconocimiento legal, el salario mínimo, la jornada de trabajo de ocho horas, el descanso dominical, el pago de remuneraciones en moneda nacional, las leyes de procedimientos para penalizar el incumplimiento de las leyes del Trabajo.

A poco de asumir su segunda presidente, en 1929 Yrigoyen, itera su voluntad de “mejorar la legislación protectora de los que trabajan” y de crear mecanismo “preventivos de los conflictos que se suscitan”, afirmando que “nuestra estructura económica no está suficientemente tutelada (por el Estado)”, y considera que “las realizaciones en el derecho positivo, de la legislación obrera, se han detenido inopinadamente”.

La interrupción de su mandato le impidió sancionar sus proyectos de ley de Código Nacional del Trabajo, de Convenios Laborales Colectivos y de Asociaciones Profesionales, por carecer de mayoría en el Congreso.

Este tiempo concluye cuando el 28 de abril de 1930, se instituye el 1 de Mayo como “Fiesta del Trabajador en todo el territorio de la Nación”.

Todo zozobró a partir del 6 de septiembre de 1930.

Luego del golpe del 43, uno de los autores de esa irrupción a las instituciones por medio las tropas en la calle, el coronel Juan Domingo Perón, tomó el cargo de “Secretario de Guerra” y Jefe del “Departamento Nacional del Trabajo”, que por la nueva dinámica al tiempo pasará a ser “Secretaria de Trabajo y Previsión”. En ese espacio temporal desarrolló una política de acciones en favor de los trabajadores que permitió la simpatía de grandes sectores largamente postergados. Entre ellas restableció las creadas por los gobiernos radicales e incorporó nuevas, como las pensiones a la vejez, los convenios colectivos, las indemnizaciones por despido, el Estatuto del peón, las vacaciones pagas y algunas otras. A los efectos de apoyar estas medidas se crearon los tribunales de trabajo para cerrar así el círculo de cambios legales. Llegado a la primera magistratura con el apoyo de nuevos sectores sociales que se llegaban a las periferias de las grandes ciudades, llevó adelante otras medidas que conformaron el pliego de la mítica “justicia social” presente en los discursos y bases doctrinarias.

Para el año 1947 los festejos fueron monumentales; discursos y espectáculos. La primera parte los oradores fueron el Secretario de la Confederación General del Trabajo (CGT), Evita y el General Perón. En una parte de su discurso dirá el general Perón “Este 1° de Mayo, el primero desde que me encuentro ejerciendo la primera magistratura, lo festejamos como una fiesta incorporada a las grandes efemérides de nuestra patria; lo festejamos como el advenimiento de una nueva era para esta patria tan amada, por la que trabajamos sin descanso, día y noche, si es preciso. ¡Pasan por mi memoria tantos 1° de Mayo! Desde 1910, siendo estudiante, he presenciado los 1° de Mayo más trágicos de toda la historia del trabajo argentino. Los veo resurgir en 1916; 1917 y 1918, y los veo también mucho después, cuando las masas argentinas llegaban a esta plaza para clamar justicia, desilusionadas por su destino ingrato. Justicia que nunca obtenían, que nunca los alcanzaba.”

Seguían los números artísticos con figuras populares como Hugo del Carril entonando la “Marcha”, Antonio Tormo, los hermanos Abalos y algunos otros.

Sectores opositores se reunían otro día y en otro lugar ya que no había espacios en la plaza para todos.

En el nuevo ciclo de irrupciones militares, luego de 1955 y sin distinción alguna, se suspenden las conquistas obreras. Recién pudo repararse el atropello con la incorporación del 14 bis en la constitución.

Se debió llegar a otro gobierno constitucional, que con poco margen de apoyo popular, rápidamente se ocupó de sancionar leyes de reconocimiento de los derechos laborales como la “ley de salario mínimo, vital y móvil” que impulsó el propio presidente Illia. Estas y otras medidas no hicieron mella en la obcecada vocación de poder de sectores justicialistas que colaboraron en la asonada de junio.

La “Revolución argentina” se apresuró en prohibir la celebración del 1° de mayo con reuniones públicas. No obstante el cardenal Antonio Caggiano celebró una misa para los trabajadores, pero en plena celebración irrumpieron un grupo de jóvenes comandados por el seminarista Juan García Elorrio, uno de los fundadores de Montoneros, que pretendía leer una proclama. Cuando todo trascendió el obispo de Avellaneda Jerónimo Podestá lanzó un desafío provocador que incomodó a la cúpula militar; se debía “denunciar la injusticia de una estructura social basada en algunos principios que poco tienen de evangélicos”.

Definitivamente el 1 de mayo había dejado de ser una celebración para convertirse en una jornada de lucha social.

Otra fecha con la histórica plaza desbordada fue la del 74 con un líder popular en su tercer mandato que desafiaba a los pregoneros del “no le da el cuero”.

Para su regreso el mismo Perón se había valido de distintas organizaciones y una de ellas era Montoneros, a la que reconocía como la “juventud maravillosa” que desde Puerta de Hierro, en ese largo exilio, había alentado. Si bien no habían pasado mucho tiempo, ahora aquellos ya no eran jóvenes y mucho menos maravillosos, siempre en la consideración del viejo leader. Es más, podía advertir “infiltrados que trabajan adentro y que, traidoramente, son más peligrosos que los que trabajan desde afuera”, Cuando todavía no había terminado la frase desde el balcón que supo de tantas glorias, muchos jóvenes que ocupaban todo el sector de calle Hipólito Yrigoyen estaban de espaldas emigrando. Al finalizar el acto, la otra media plaza ocupada por los hombres movilizados por los sindicatos coreaban aquello de “¡Ni yanquis ni marxistas, peronistas!” y “¡Perón, Evita, la patria peronista”. Con los brazos abiertos el conductor saludaba a los gremialistas “sabios y prudentes” y a los sindicatos que formaban “la columna vertebral de nuestro Movimiento”.

Los jóvenes se imaginaron que sería una asamblea en donde el dirigente rendiría cuentas de lo actuado y por ello se escuchaba desde temprano: “¿Qué pasa, qué pasa, qué pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?”. Cuando a las cinco de la tarde asomó su silueta por el balcón, estalló la plaza y el saludo a la vice presidenta fue mucho menos contemplativo.

Fastidiado, Perón pidió acallarse y luego dijo: “Compañeros: hace hoy veinte años que en este mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones porque venían días difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan”.

Aquellos hombres que se habían reunido en el Hotel Excelsior, donde la vía Veneto dobla, en abril de 1973 con la fórmula “Campora – Lima” consagrada, parecía que se desconocían. Es posible que Perón poco les haya creído a sus entrevistados Mario Firmenich, Roberto Quieto y el santafesino Roberto Perdía. Como es tan posible que éstos adviertan que la sociedad que pretendían afirmar, no marcharía, si bien varios años después Firmenich sostuviera que luego de la reunión de Roma se dieron cuenta de la “contradicción principal” que los separaba: “nosotros somos socialistas, pero él no lo es”. Ni hablar de la proclamada lucha de clases cuando Perón procuraba por todos los medios la conciliación entre empresarios y trabajadores gestionada por el Estado.

Lo que vino no reconoció el más mínimo resquicio para el diálogo y con una gran despliegue de hombres llevaron a la práctica aquello de que “el poder brota de la boca del fusil”.

Luego vino la matanza de Ezeiza para recibir al general; la renuncia del presidente Cámpora, a quién Perón acusó de haberse dejado influenciar por Montoneros; las nuevas elecciones presidenciales que consagraron a Perón con el apoyo de los sindicatos; el asesinato del líder de la CGT, José Ignacio Rucci, la mano derecha de Perón; la “purga” de los montoneros y sus aliados de todos los cargos relevantes que ocupaban en el peronismo; la irrupción de la Triple A; la expulsión de ocho diputados díscolos que había sido electos el 11 de marzo de 1973; Carlos Miguel Kunkel que luego sería asesor de Vicente L. Saadi, Carlos Muñiz Barreto, originariamente feroz antiperonista, Armando Daniel Croatto, Roberto Vidaña, Rodolfo Vittar, Santiago Díaz Ortiz, Aníbal Iturrieta y Jorge Glellel; la respuesta de la tendencia por medio de una editorial en “El Descamisado”; la escisión de Montoneros con la formación de la Juventud Peronista Lealtad, en la que participaron el padre Carlos Mugica, “Chacho” Álvarez, Horacio González y Alberto Iribarne, entre otros; la voladura de 25 unidades básicas de la tendencia en Buenos Aires y la destitución de gobernadores afines a los montoneros, como el bonaerense Oscar Bidegain y el cordobés Ricardo Obregón Cano por medio del insólito golpe de la policía que trascendió como “Navarrazo”. Solo por nombras algunas y para no teñir más de violencia.

La parte de la historia más reciente y más difundida de los años de la dictadura, están signados por la negación a todo tipo de reuniones multitudinarias. Claro, también se negaron todos los derechos.

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