CLARA CAMPOAMOR

 Ricardo Miguel Fessia

“La pregunta no es quién me va a dejar; es quién me va a detener”. 

Ayn Rand

(San Petersburgo, 2/ feb/1905 – Nueva York, 6/ mar/1982)

En una España agobiada, sacramental y tradicionalista, la brega de esta mujer impactó a unos y dejó casi sin respuesta a otros, siendo el ícono de las luchas por la igualdad de derechos.

I – La brega de la mujer por la igualdad de los derechos ha sido lenta, difícil y aun no concluida. Las mujeres se han organizado en sus reclamos cuando ocurrieron dos hechos esenciales: cuando logra salir del espacio doméstico en el cual históricamente estaba, y cuando participa en espacios públicos gracias a su capacitación en trabajos y lugres que, por atavismo, se han guardado para hombres.

          Se comenzaron a observar como mujeres, no sin reclamos y manifestaciones, ingresaban a los institutos superiores de estudios y lograban matricularse. Cuando concluye la guerra, los hombres que regresan quieren volver a ocupar sus puestos y se encuentran que están siendo desempeñados por mujeres tan eficiente y formadas que no las puede desplazar. Claro está, que las muchachas, que con toda firmeza habían logrado esa inserción, no estaban dispuestas a dar un solo paso atrás.

          Muy por el contrario, era el principio de un camino sin regreso por el reconocimiento de lo que siempre debió ser.

II – En esa idea amplia y progresista, participaron muchas personas; en general mujeres pero hubo hombres que las acompañaron.

          Una de ellas fue Clara Campoamor que elevó la demanda tan firme como constante por el voto femenino.  

“Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”. Esto escribía en 1935 en un pasaje de su libro “El voto femenino y yo: mi pecado mortal”, en la que presentaba los fundamentos por el derecho de voto de las mujeres y en la que recogía lo postulado en tantas tribunas y lo aportado por otras colegas, a las que luego llamaron “las sufragistas”.

Con la nueva República –la segunda, desde el 14 de abril- se dicta una constitución en diciembre de 1931 en donde se reconocía ese derecho; un logro luego de muchas dificultades y no pocos desencantos.

III – Había nacido en Madrid el 12 de febrero de 1888 en la calle del Rubio, número cuatro, planta baja. Su padre, Manuel Campoamor Martínez, natural de Santoña, Santander, Asturias, era encargado de contabilidad de un periódico; su madre, Pilar Rodríguez Martínez, era madrileña y costurera. En el acta de bautizo figura como Carmen Cármen.

          Sus abuelos paternos, Juan Antonio Campoamor y Nicolasa Martínez, procedían de las localidades de San Bartolomé de Otur. Oviedo y de Argoños, Santander. Sus abuelos maternos, Silvestre Rodríguez y Clara Martínez, eran naturales de Esquivias, Toledo y de Arganda del Rey. Madrid.

El matrimonio tuvo tres hijos: Manuel, Clara e Ignacio de los que sólo sobrevivieron los dos últimos. Manuel falleció a los veinte años de edad, de forma trágica, a la vuelta de una corrida de toros en Madrid.

          Desde jovencita, Clara tuvo que abrir rumbos en una sociedad especialmente indiferente sino hostil para las mujeres. La temprana muerte de su padre la obligó a empezar a trabajar cuando apenas tenía diez años, en labores informales.

          El 19 de junio de 1909, a los 21 años de edad, obtuvo una plaza como funcionaria de segunda clase del “Cuerpo de Correos y Telégrafos” del Ministerio de la Gobernación. Su primer destino, de tan solo unos meses, fue la ciudad de Zaragoza, después San Sebastián donde permaneció cuatro años. El 13 de febrero de 1914, unas nuevas oposiciones convocadas por el Ministerio de Instrucción Pública, en las que obtuvo el número uno, le posibilitaron volver a Madrid como profesora especial de taquigrafía y mecanografía en las Escuelas de Adultas.

          En la capital trabajó, además, como auxiliar mecanógrafa en el Servicio de Construcciones Civiles del Ministerio de Instrucción y como secretaria de Salvador Cánovas, director del periódico conservador La Tribuna. En la redacción conoció a la periodista y futura actriz, Magda Donato, seudónimo de Eva Nelken, quien escribía en el mismo diario en las páginas culturales dedicadas a “La vida femenina”.

Colaboró también en Nuevo Heraldo, El Sol y El Tiempo. Destacada ateneísta, asistió con regularidad al Ateneo desde 1916 y comenzó a descubrir, al calor de la huelga general del 17, su interés por la política. También en dichas fechas la escritora y sufragista Carmen de Burgos Seguí, acentuó su concienciación política.

En adelante será cultivar la causa de la situación de la mujer y se relacionó con varias asociaciones feministas, recorrió lugares y ciudades dictando conferencias en círculos culturales o en modestos clubes. Todas estas agrupaciones, muy incipientes, eran de mujeres con alguna calificación profesional o académica.

          En 1922, Campoamor inició su actividad asociacionista con la cofundación, junto a un grupo de mujeres progresistas —entre las que se contaban la escritora María Lejárraga, la doctora Elisa Soriano, o la futura penalista Matilde Cantos— de la Sociedad Española de Abolicionismo, antiguo Patronato de Represión de la Trata de Blancas. La finalidad de la asociación era conseguir “una legislación moderna en todo lo relativo a los problemas sexuales y al delito sanitario.” Con algunas de las fundadoras intervino en diversos actos de propaganda en entidades radicales. En marzo de 1923 dimitió.

Ese año de 1923 tradujo del francés para la editorial Calpe, “Le roman de la momie” -La novela de una momia- de Téophile Gautier.

Una vez atendidos los problemas económicos familiares, Campoamor reinició sus estudios y obtuvo el título de bachiller el 21 de marzo de 1923. A sus treinta y cinco años, comenzó a entrar en el mundo universitario a través de sus estudios de Derecho y de las conferencias que impartía. Entre ellas cabe destacar la que pronunció en la Universidad Central de Madrid, en mayo de 1923, titulada “La mujer y su nuevo ambiente”.

Un tiempo antes de licenciarse, el 31 de octubre de 1924, se incorporó a la Academia de Jurisprudencia, en donde desarrolló una gran actividad. Finalmente, el 19 de diciembre de 1924, Campoamor se licenció en derecho por la Universidad Central de Madrid. A partir de esa fecha su trayectoria intelectual se despliega en lo que serán sus dos grandes pasiones: la política y el derecho.

En febrero de 1925 se matriculó en el Colegio de Abogados de Madrid, siendo la segunda mujer, luego de Victoria Kent que lo hizo en 1925, en plena dictadura de Primo de Rivera. La primera mujer en matricularse en toda España fue Ascensión Chirivella Marín, en 1922, en el Colegio de Valencia. Perteneció también a los de San Sebastián y Sevilla. 

A petición de la Academia de Jurisprudencia, el 13 de abril de 1925, pronunció una conferencia sobre la situación de la mujer ante el derecho titulada: “La nueva mujer ante el derecho (El derecho público)”. No fue la única; también en la Academia de Jurisprudencia pronunció el 21 de marzo de 1928 una nueva conferencia sobre la incapacidad jurídica de la mujer casada titulada, “Antes que te cases (El derecho privado)”. Estas conferencias se recogen, junto a la pronunciada en mayo de 1923, en el volumen “El derecho de la mujer” (Madrid, Librería Beltrán, 1936), publicado un mes antes del estallido de la guerra civil. Participó, además, en varios Congresos Internacionales, como el celebrado en Estrasburgo en 1923, representando a la Juventud Universitaria Femenina, como delegada oficial del Ministerio de Instrucción Pública en el Centenario de Pasteur y Exposición Internacional de Higiene y Sociología. En 1926 y 1928 participó en el X y XI Congreso Internacional de Protección a la Infancia, celebrado en Madrid y París, respectivamente. El 7 de diciembre de 1925 había presentado en la Academia de Jurisprudencia una memoria sobre investigación de la paternidad, sobre dicho tema disertó en el Ateneo Barcelonés y sobre la situación de la mujer frente al derecho.

Su espíritu combativo y asociativo la impulsaron a fundar, junto a un grupo de abogadas, la “Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas”, en París en 1929. El germen de dicha asociación había surgido un año antes, con ocasión de un viaje profesional a la capital francesa. El contacto con abogadas de diversos países, las charlas y reuniones, alentaron el nacimiento de la Federación fundada por las abogadas Marcelle Kraemer Bach y Agatha Divrande Thevenin (Francia), Margaret Brendt (Alemania), Poska Gruntal (Rusia) y la propia Clara Campoamor. Muy pronto se unieron a la organización un gran número de abogadas de todo el mundo, entre ellas la abogada suiza Antoinette Quinche, con quien la jurista comenzó a anudar lazos profesionales que se prolongaron hasta el final de sus días.

En 1929, fue Premio Extraordinario de Derecho Civil de la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid.

A principios de 1930 participó en la fundación de la “Liga Femenina Española por la Paz”, tras un congreso de asociaciones pro Sociedad de Naciones, en el que la Liga quedó integrada. Formaban parte del Comité ejecutivo un grupo de mujeres pacifistas, la mayoría de ellas socias del “Lyceum Club Femenino”; es probable que entre las socias cofundadoras del Lyceum Club, primera organización española cultural y laica exclusivamente integrada por mujeres, cuya primera sede fue inaugurada oficialmente en Madrid el 4 de noviembre de 1926, figurara el nombre de Campoamor.

En 1931 intervino en la Sociedad de Naciones, a través de la Liga y de la Asociación Femenina Universitaria, integrada en la “International Federation of University Women”.

III – Llegó el tiempo, luego de una larga maduración, que sintió que su mensaje debía trascender esos círculos y arribar a la política. El pasado mostraba una frustrante alternancia de liberales y conservadores en el gobierno y esto dificultaba la aprobación de leyes para el cambio real.

Opta por incorporarse al Partido Republicano Radical cuyo principal referente era Alejandro Lerroux García (1864 – 1949), hombre dotado de una particular oratoria con gran poder de convocatoria que había estado en su fundación en 1908 como escisión de la Unión republicana. La influencia de sus compañeros liberales la llevó a entrar también al mundo de la masonería, un hecho que sería determinante para ella en un futuro próximo.

En las elecciones de 1931, que siguieron a la proclamación de la Segunda República bajo la presidencia de Niceto Alcalá-Zamora, las mujeres pudieron presentarse como candidatas aunque no votar; una franca contradicción. En los comicios del 28 de junio de 1931, dos diputadas fueron elegidas; Campoamor (PRR) junto con Victoria Kent, que se presentó por el Partido Republicano Radical Socialista. Meses después lo era Margarita Nelken, perteneciente al partido Socialista, quién obtuvo su acta de diputado por Badajoz en las elecciones parciales del 4 de octubre.

Parecía su mejor oportunidad para llevar los derechos de la mujer al ámbito legislativo. Sin embargo, sus propios compañeros pronto la empezarían a mirar con recelo.

          La prioridad era una nueva Constitución republicana. Tenía, Clara, altas expectativas en temas centrales: el voto de las mujeres, el divorcio y la igualdad de los hijos e hijas nacidos fuera del matrimonio, la abolición de la prostitución. En las propias filas del progresismo, había personas que no sería fácil de acordar estos cambios tan profundos en una sociedad definitivamente machista y fuertemente condicionada por el conservadurismo católico. No obstante logró que se incorporara a la Constitución varias de sus propuestas, con excepción a la prostitución y al sufragio femenino.

IV – La batalla por el voto de las mujeres no estaba del todo perdida, sin embargo, ya que finalmente se debatió en las Cortes a finales de ese mismo año. En ese momento se evidenciaron los recelos y el tacticismo de los partidos alrededor de su propuesta: más que defender u oponerse a los valores del proyecto, muchos grupos estaban preocupados del beneficio electoral que podían sacar de ello. Campoamor, defensora de la igualdad por encima de todo, proclamaba “el derecho de las mujeres a equivocarse”.

          V Kent decía desde su escaño: “Creo que el voto femenino debe aplazarse. Creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal (…). Lo pido porque no es que con ello merme en lo más mínimo la capacidad de la mujer; no, señores diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República (…). Cuando la mujer española se dé cuenta de que sólo en la República están garantizados los derechos de ciudadanía de sus hijos, de que sólo la República ha traído a su hogar el pan que la monarquía no les había dejado, entonces, señores diputados, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República; pero, en estos momentos, cuando acaba de recibir el señor Presidente firmas de mujeres españolas que, con buena fe, creen en los instantes actuales que los ideales de España deben ir por otro camino, cuando yo deseaba fervorosamente unos millares de firmas de mujeres españolas de adhesión a la República”. Y concluyó diciendo: “Por hoy, señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer”.

          Como réplica Campoamor citó a la escritora gallega Emilia Pardo Bazán y con un dejo ironía hacia su colega dijo: “Yo y todas las mujeres a las que represento queremos votar con nuestra mitad capaz masculina, ya que no hay degeneración de sexo, porque todos somos hijos de hombre y de mujer, y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser”. El discurso memorable les recordó a los diputados la rápida equiparación de la mujer con el hombre, en términos de analfabetismo durante el período 1868-1910 y siguió diciendo: “Sólo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar, las demás las hacemos todos en común. No podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”.

Campoamor se vio obligada a defender en solitario el derecho al voto de la mujer. El 1 de octubre de 1931 el Parlamento aprobó por 40 votos de diferencia (161 votos a favor, frente a 121 en contra), el derecho al voto de la mujer; se había obtenido el sufragio universal. (1) El resultado se puso en jaque dos meses más tarde. Frente a este nuevo embate, Campoamor se erigió ahora en defensora de la Constitución y del artículo aprobado que había regulado ya los derechos electorales de uno y otro sexo. Todo ello condujo a realizar una segunda y definitiva votación el 1 de diciembre; por sólo cuatro votos de diferencia (127 votos a favor, frente a 131 en contra), el sufragio femenino se hizo nueva y definitiva realidad.

En el camino habían quedado profundas decepciones para nuestra evocada. De los 90 escaños logrados por el PRR –fue segunda fuerza detrás del PSOE- solo cuatro correligionarios le acompañaron, los otros lo rechazaron con el argumento que las mujeres estaban muy influenciadas por la doctrina de la Iglesia y por ello votarían a los partidos conservadores, curioso argumento.

          Fuera de su grupo pero con similares convicciones estaba su antigua compañera Victoria Kent. Esos ideales compartidos, de fuerte arraigo, no fueron suficientes para separar los caminos. Bajo un análisis instrumental distinto, la malagueña Kent entendía que se debía operar en el cambio de mentalidad de la sociedad española, en particular en las mujeres; sin esto, toda política fracasaría. Por ello, esta acendrada feminista, votó en contra del voto femenino.

A la distancia podría decir que fue un grave error, pero en esos días parecía ser más importante el interés partidario que los ideales.

Se convirtió Campoamor en blanco de la mofa o del encono de sus correligionarios y el voto de la mujer en el chivo expiatorio de la llegada de la derecha al poder en las elecciones de noviembre de 1933. No por ello aminoró su trabajo parlamentario y mientras fue diputada desplegó una intensa actividad jurídica. Presentó enmiendas, votos particulares y algunas proposiciones de ley. Anticipó su propia ley de divorcio, que retiró después para apoyar la presentada por el gobierno. Participó en los debates sobre el Estatuto de Cataluña y en las discusiones sobre la reforma del Código Penal; discutió los principios organizativos del Tribunal Tutelar de Menores; abogó por la abolición de la prostitución reglamentada, defendió la investigación de la paternidad y la inscripción como legítimos de los hijos nacidos fuera del matrimonio, además de participar en la discusión de los presupuestos de Gobernación de 1932 y de Trabajo y Guerra de 1933. Cuando se legisló el divorcio en 1932, se encargó de la separación de Josefina Blanco, esposa de Valle Inclán, y de Concha Espina, esposa de Ramón de la Serna y Cueto. Durante este periodo, parece plausible su adscripción a la masonería, en concreto, a la logia de mujeres Reivindicación de Madrid.

          Para los comicios de 1933 no renovó la banca y Lerroux le ofreció el cargo de Directora General de Beneficencia y Asistencia Social. Sin embargo, dos decepciones más la llevaron a abandonar definitivamente la actividad política: el acuerdo del Partido Radical Republicano con la alianza “Confederación Española de Derechas Autónomas” (CEDA), ganadora de las elecciones de 1933 con el 40,57%; y finalmente, la dura represión de la insurrección obrera en Asturias en octubre de 1934 por el gobierno a cargo de Alejandro Lerroux como presidente del Consejo de Ministros.

Moneda conmemorativa de

20 euros de 2011 celebrando

el centenario del Día

Internacional de la Mujer

(8 de marzo), y los 80 años

de la aprobación del sufragio

femenino en España, con

Clara Campoamor en el

reverso.

          El 23 de febrero de 1935, Campoamor dirigió una carta a Lerroux en la que le comunicaba su desacuerdo con la política realizada y su firme decisión de abandonar el partido. En julio de 1935, pidió su ingreso en Izquierda Republicana, petición que le fue denegada; antiguos resabios políticos le hicieron pagar entonces su anterior abandono de Acción Republicana. Meses más tarde se le negó también su solicitud de acta para inscribirse en el Frente Popular representando a Unión Republicana Femenina, agrupación que había surgido en torno suyo entre octubre y diciembre de 1931, a fin de crear un ambiente favorable al voto de la mujer. Ante la imposibilidad de obtener una candidatura en las que serían las últimas elecciones de la República, Campoamor abandonó Madrid. En Londres conoció el triunfo del Frente Popular. A su regreso, publicó “Mi pecado mortal. El voto femenino y yo”, testimonio airado de su lucha sufragista.

V – Cuando estalla la Guerra Civil, comienzos de septiembre de 1936, acompañada de su madre Pilar Rodríguez Martínez, casi octogenaria y de su sobrina, Consuelo Campoamor Aramburu, apodada Chelo, de catorce años de edad, emprende el exilio.

El primer intento de dejar España por el puerto de Alicante, en un barco argentino, fue impedido en el último momento por órdenes del gobierno español, hecho que empujó a la autora y a su familia a embarcarse en un buque alemán que partía hacia Génova poniendo en riesgo su propia vida, tal como recoge Campoamor en las notas sobre su partida, reunidas en su ego documento de guerra La revolución española vista por una republicana. Desde allí, atravesando territorio italiano se dirigió hacia Suiza y en concreto a la ciudad de Lausanne. Allí residía la abogada Antoinette Quinche, traductora de la obra citada al francés, con quien Campoamor mantenía una sólida relación profesional desde hacía varios años que, en tiempo de guerra, supo transformarse en generosa ayuda. En casa de A. Quinche falleció la madre de C. Campoamor.

          Llegó a Buenos Aires en 1938 y permaneció allí hasta 1955. (2) Como medio de vida encaró diversos trabajos relacionados con la divulgación cultural: traducciones, conferencias, artículos periodísticos, prólogos, etc. Poco a poco, fue adentrándose en algunos círculos literarios.

          En 1939 publicó en colaboración con el también exiliado Federico Fernández de Castillejo, llegado a Buenos Aires el 13 de febrero de 1937, “Heroísmo criollo. La marina argentina en el drama español”. La obra narra las vicisitudes del traslado de refugiados hacia la Argentina en los barcos, “Tucumán” y 225 de Mayo”, calificados por los autores como “¡Nuevos Quijotes del mar!. ”Aparte del homenaje a la marina argentina, Heroísmo criollo recoge un conjunto de anécdotas personales y colectivas encaminadas a mostrar el heroísmo de los refugiados y el derecho a la supervivencia que supone el exilio.

La estancia en Buenos Aires le hizo sentirse como ‘en casa propia’, resumiría tras regresar a Europa con el objetivo, nunca logrado, de reintegrarse a España. Tan bien se sentía en Argentina que trajo toda la familia y para ello alquiló una casa en el barrio de Beccar, calle Presidente Roca 141, del partido de San Isidro para que puedan instalarse sus sobrinos: Consuelo, Chelo, nacida en 1922; María del Carmen, nacida en 1923; Eduardo, nacido en 1925; Ana María Teresa, nacida en 1928 y José Antonio, nacido en diciembre de 1930, llamado el “jaqueño” por la coincidencia de fechas con la sublevación de Jaca; además de tres niñas más sobrinas nietas de la propia Clara: María José, hija de Eduardo, Esther, hija de Carmen y Helena, hija de Consuelo.

Volvió a Francia para recalar en París, donde tenía amistades que le proponen trabajar como traductora.

Un último intento de entrada, denegado según este último oficio, fue el realizado en octubre de 1955 a través de la frontera de Irún por ferrocarril. Cuando el 8 de febrero de 1964 se publicó el decreto de supresión del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo, Campoamor, asentada en Lausanne, había renunciado a su vuelta. En la ciudad suiza Campoamor colaboró en el despacho jurídico de su antigua amiga, Antoinette Quinche.

Fue la última etapa de un “exilio sin fin” que, a juzgar por su correspondencia privada, estuvo sellado por la impotencia y la nostalgia. Palió el extrañamiento a través de su actividad febril, recuperó su patria a través de la palabra.

VI – En esos años del insoportable exilio, donde los silencios son larguísimos, ocupó su tiempo el procurarse el mínimo ingreso para el sustento por medio de algunos empleos y la escritura de diversos trabajos sobre el feminismo. En ese mismo orden plasmó sus experiencias sobre la actividad política tanto de la teoría como de la acción empírica, con variadas críticas a todos y todas, en particular contra los mismos republicanos a los que les achaca en haber dejado pasar la oportunidad para alcanzar cierta equiparación de género.

Es claro que sus trabajos no teína ninguna posibilidad de publicarse en España –salvo en forma clandestina- y en otros países el largo brazo fascista imponía sus garras. Recién después de noviembre del 75 y no sin poco resquemor, se fueron recuperando sus escritos para darse a conocer. (3) Algunas de sus reflexiones quedaron como máximas en la conciencia colectiva que se repiten. (4)

          Cargada años y otras penurias, con la vista casi por completo perdida murió el 30 de abril de 1972. Sus restos, cumpliendo sus últimas voluntades, se trasladaron incinerados el 17 de mayo al cementerio de Polloe en San Sebastián, ciudad que había conocido y amado en 1910.

          En cierta oportunidad que le agradecieron por su firme defensa de los derechos de la mujer, dijo: “Yo solo he puesto la semilla… otras mujeres vendrán”, al tiempo que bregaba de pareja forma por ampliar todos las libertades.

_____

1) El texto del discurso de Clara Campoamor en esa sesión fue el siguiente:

“Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.

Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?

          ¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?

          Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis -fijaos bien- afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.

          No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, Victor Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio -cosa dolorosa para un abogado-, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España.

          Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7 por cien, en tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho.

          Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer.

          A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros.

          Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer.

          Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.

          No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.

          Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.

          Señores diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República española”.

(2) De este tiempo hay un trabajo que refiere a ello: VIÑALS, Carole. “Clara Campoamor en Buenos Aires (1938-1955): Un feminismo transnacional.”

          En Buenos Aires permaneció por  una década se dedicó a la escritura, a la traducción y a impartir conferencias, sin apenas actividad política. Frecuentaba el “Bar Iberia”, en la esquina Avenida Mayo y Salta que en 1936 había comprado Daniel Calzado, también exiliado republicano, donde se reunían los refugiados españoles.

(3) Sus principales obras son:

“Mi pecado mortal. El voto femenino y yo”. Madrid, Librería Beltrán, 1936 (intr. de C. Fagoaga y P. Saavedra, Barcelona, La Sal edicions de les dones, 1981; Sevilla, Instituto Andaluz de la Mujer, 2001).

“El derecho de la mujer”. Madrid, Librería Beltrán, 1936;

La révolution espagnole vue par une républicaine, trad. del español por A. Quinche, Paris, Librairie Plon, 1937;

“La revolución española vista por una republicana”, trad. del francés, anotado y comentado por L. Español Bouché, Madrid, Luis Español, ed. de autor, 2001;

“La revolución española vista por una republicana” trad. de E. Quereda Belmonte, estudio introductorio, edición y notas de N. Samblancat Miranda, Bellaterra (Barcelona), Universitat Autònoma de Barcelona, Servei de Publicacions, 2002;

“La revolución española vista por una republicana”, ed. de L. Español Bouché, Sevilla, Ediciones Espuela de Plata, (España en Armas, 2) 2005;

La revolución española vista por una republicana, ed. de L. Español Bouché, Sevilla, Ediciones Espuela de Plata, (España en Armas, 2) 2007 (2.ª ed.);

“La revolución española vista por una republicana”, ed. de L. Español Bouché, Sevilla, Ediciones Espuela de Plata, (España en Armas, 2) 2009, (3ª ed. ampliada y revisada); 4ª ed. 2011; 5ª ed. 2013; 6ª ed. 2018;

“El pensamiento vivo de Concepción Arenal”. Buenos Aires, Losada, 1943; El pensamiento vivo de Concepción Arenal, Sevilla, Ediciones Espuela de Plata, 2013;

“Esopo. Fábulas”, Ilustración V. Valdivia. Buenos Aires, Sopena, 1944;

“Sor Juana Inés de la Cruz”. Buenos Aires, Emecé, 1944 (selección de poemas por J. Llamazares, Madrid, Júcar, 1983);

“Vida y Obra de Quevedo”. Buenos Aires, Gay-Saber, 1945;

“El derecho de la mujer”. Madrid, Dirección General de la Mujer, 2007;

(4) Entre las más memorables frases, recordamos:

«Estoy tan alejada del fascismo como del comunismo, soy liberal»

«La libertad se aprende ejerciéndola»

“Es imposible imaginar una mujer de los tiempos modernos que, como principio básico de individualidad, no aspire a la libertad”

“La victoria total, completa, aplastante de un bando sobre el otro, cargará al vencedor con la responsabilidad de todos los errores cometidos y proporcionará al vencido la base de la futura propaganda, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras”

“El feminismo es una protesta valerosa de todo un sexo contra la positiva disminución de su personalidad”

“La división tan sencilla como falaz hecha por el gobierno entre fascistas y demócratas para estimular al pueblo no se corresponde con la verdad”

“Me siento ciudadana antes que mujer”

“Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser”

“A mí pudiéronme cargarse todos los pecados políticos imaginarios de la mujer, y pasárselo todas las cuentas del menudo rencor”

“No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer”

Bibliografía

Álvarez, María T. “Ellas mismas. Mujeres que han hecho historia contra viento y marea”, Madrid, La Esfera de los Libros, 2003, págs. 341-352.

Baroja, C. “Recuerdos de una mujer de la generación del 98”, pról., ed. y notas de A. Hurtado, Barcelona, Tusquets, 1998.

Capel Martínez, R. M. “El sufragio femenino en la Segunda República Española”. Madrid, Horas y horas, 1992;

Capel Martínez, R. M.  (ed.), “Historia de una conquista. Clara Campamor y el voto femenino”. Madrid, Área de Gobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadanía Dirección General de Igualdad de Oportunidades, 2007, 323 págs.

Capel Martínez, R. M. “Una clara victoria,” en R. M. Capel Martínez (ed.), Historia de una conquista: Clara Campoamor y el voto femenino, Madrid, Área de Gobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadanía Dirección General de Igualdad de Oportunidades, 2007, págs.246-269.

Cominges, J de. “In Memoriam”, en Boletín del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, 2 (1972), pág. 231.

Fagoaga, C y P. Saavedra, “Introducción” en C. Campoamor, Mi pecado mortal. El voto femenino y yo, Barcelona, LaSal, edicions de les dones, 1981, págs. III-XXIII.

Fagoaga, C. y Saavedra, P. “Clara Campoamor: la sufragista española”, Madrid, Instituto de la Mujer, 2007.

Fagoaga, C. “La voz y el voto de las mujeres. El Sufragismo en España (1877-1931)”. Barcelona, Icaria, 1985.

Ferrer Benimeli, J. A. “Masonería española contemporánea, II. Desde 1868 hasta nuestros días, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 1987.

Haro de San Mateo, V. de.  «Clara Campoamor: letras apasionadas desde su exilio porteño», en Mediodía. Revista Hispánica de Rescate, núm. 2  (nov./dic. 2019), págs. 212-216.

Hurtado, A. “Biografía de una generación: las escritoras del noventa y ocho”, en Breve Historia Feminista de la Literatura Española, Vol. V, Anthropos, 1998.

Lacalzada, María José. “Mujeres en masonería. Antecedentes históricos entre las luces y las sombras (1868-1938), Barcelona, Clavell Cultura, 2006.

Lafuente, I. “La mujer olvidada. Clara Campoamor y su lucha por el voto femenino”. Madrid, Temas de Hoy, 2006. Clara Campoamor. La mujer olvidada. TVE, 2011.

Maillard, María L. “La Asociación Española de Mujeres Universitaria (1920-1990), Madrid, AEMU Instituto de la Mujer, 1990.

Martínez, J. “Las santas rojas: exceso y pasión de Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken”. Barcelona, Flor del Viento, 2008.

Nash  Rojas, M. “Las mujeres republicanas en la guerra civil”. Madrid, Taurus, 1999.

Samblancat Miranda, N. “Las barricadas de la memoria: a propósito de algunos testimonios de guerra de mujeres exiliadas”, en Guaraguao, Revista de Cultura Latinoamericana, 5 (1997), págs. 4-14; J. Carabias, Crónicas de la República, Madrid, Temas de Hoy, 1997.

_____  “Navegando contra Leteo. La memoria transterrada: Constancia de la Mora y Clara Campoamor,” en El exilio literario español de 1939 (Actas del Primer Congreso Internacional, 1995), vol. I, Barcelona, GEXEL [Serpa Pinto. I], 1998, págs. 357-366.

_____  “La Revolución española vista por una republicana: Clara Campoamor o la lucidez de la luchadora solitaria”, en Sesenta Años Después. Las Literaturas del Exilio Republicano de 1939, Barcelona, GEXEL [VI.2], 2000, págs. 121-132.

_____ “Clara Campoamor, pionera de la modernidad”, en La revolución española vista por una republicana, Bellaterra (Barcelona), Universitat Autònoma de Barcelona, Servei de Publicacions, 2002, págs. 19-63.

_____  “Clara Campoamor: cartas desde el exilio”, en Actas del XIV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas [New York, 16-21 de julio, 2001] vol.III (Eds. Isaías Lerner, Robert Nival y Alejandro Alonso), Juan de la Cuesta, New York, 2004, págs.521-536.

_____ (coord.), “Dossier Modernas y vanguardistas (1900-1939)”, en Cuadernos Hispanoamericanos 671, mayo de 2006, págs. 7-54.

_____  “Los derechos de la mujer moderna”, en Cuadernos Hispanoamericanos (Dossier Modernas y vanguardistas 1900-1939, coordinado por Neus Samblancat), 671, mayo de 2006, págs.7-20.

_____  “Clara Campoamor: ‘sólo en ella teníamos puestas nuestras esperanzas’,» en Capel Martínez, R. M.  (ed.), Historia de una conquista: Clara Campoamor y el voto femenino, Madrid, Área de Gobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadanía Dirección General de Igualdad de Oportunidades, 2007, págs. 226-245.

Rodrigo, A. “Mujer y exilio, 1939”, pról. de M. Vázquez Montalbán, Madrid, Compañía Literaria, 1999.

Tavera, S. (coord.), “Mujeres en la Historia de España”. Enciclopedia biográfica, Barcelona, Planeta, 2000 [Voz de C. Campoamor firmada L.F.P., págs. 448-452]; Sh. Mangini, Las modernas de Madrid, Barcelona, Península, 2001;

Telo Núñez, María. “Palabras pronunciadas por María Telo Núñez al serle concedido el Premio Clara Campoamor,” en María Telo. Premio Clara Campoamor. Primera edición 2006, Madrid, Área de Gobierno de Empleo y Servicios a la Ciudadanía Dirección General de Igualdad de Oportunidades, 2006, pág. 35 (págs. 28-35).

_____  “El compromiso ético de Clara Campoamor”, en Poder y Libertad, 9, 2.º semestre, 1988, págs. 32-39.

Zulueta, C de y Moreno, A. “Ni convento ni college. La Residencia de Señoritas”. Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1993.

Deja un comentario